Capitulo II
La noche era cálida, la luna brillaba en lo alto del cielo, mirando como la arena dorada de Sandman se repartía hacia todos los puntos del mundo siguiendo los movimientos del hombrecillo que, desde una nube de color oro y con una enorme sonrisa, se esforzaba con ahínco al hacer su trabajo.
El sonido de un rápido agitar de alas llamó la atención de Meme haciéndole girarse. Sonrió y agitó la mano alegremente, dando unos saltitos de alegría, pues Toothiana, la reina de las hadas, pasó volando por el lugar. Al ver a su amigo, ella le correspondió con una risita, moviendo su pequeña mano de igual manera, yendo a toda velocidad, presurosa y ansiosa por llegar a su destino.
Sabía que a Meme no le molestaría el que no se detuviera a charlar, ya que había estado hablando de aquello durante días... semanas, cosa que seguramente ya tenía hartos a todos los que la oían en Santoff Claussen. Ahora había llegado aquel esperado momento y no deseaba retrasarse ni un segundo más. Pronto se halló sobrevolando el estado de Iowa en Estados Unidos.
Sus rápidas alas, similares a las de un colibrí, la llevaron finalmente a una vieja granja casi pérdida en medio de la nada. Disminuyó la velocidad y se acercó a una de las ventanas superiores de la casa, aquella en la que sabía que se encontraba el niño al que había ido a ver tantas veces en los pasados años.
Levantó lentamente el vidrio, entrando en la habitación, iluminada débilmente por un pequeño foco conectado a un enchufe en la pared. Toothiana, emocionada, pero manteniendo el control de sí misma, se acercó a la cama que dominaba la habitación desde el centro, en ella se encontraba durmiendo plácidamente un niño rubio y de tez blanca; su respiración era tranquila, pausada y en sus labios se hallaba una sonrisita dulce y tierna que provocó que el hada le emulara con gusto. Meme debió proporcionarle de lo mejor de su arena.
Seis años, Jack Frost... James T. Kirk, había cumplido ya seis años en esta nueva vida humana y comenzaba la muda natural de los dientes de leche, algo que la dulce Tooth había estado esperando con ansias. Sus compañeros Guardianes habían estado prodigándole al muchacho con lo mejor de sus artes durante ese tiempo; Norte le llevaba hermosos juguetes cada navidad, incluso a veces hacía uno exclusivamente para él, Bunny le dejaba cerca los huevos de pascua más grandes y coloridos, siempre haciendo uno especial para el niño; era cierto que siendo pequeño debía buscarlos con la ayuda de Sam, su hermano mayor, pero el muchacho era lo suficientemente consciente y bueno como para dejarle parte de aquellos magníficos ejemplares al más pequeño. Por su parte, Sandman le otorgaba diariamente los mejores y más bellos sueños de todos.
Pero ella debió esperar el proceso natural para poder hacer lo propio. Obviamente, eso no quitaba que se diera una vuelta de vez en cuando por las noches hasta aquella granja sólo para poder ver a su Sweet Tooth, como solía llamarle desde que el niño de hielo se había unido a los Guardianes; pero para poder dejarle el regalo que dejaba a todos los niños por sus dientes... por sus memorias, tuvo que esperar hasta después de seis años.
Ahora por fin había llegado el momento, el niño había perdido uno de sus incisivos y el hada se hallaba feliz, de modo que no relegó esta tarea a ninguna de sus haditas y se encargó de hacerlo ella misma. Tras observarlo unos minutos y sonreír con melancolía, Tooth metió su manecita debajo de la almohada del niño, sacando así la pequeña pieza.
—Aún tan blanco como nieve recién caída del cielo. — Murmuró la reina hada con ensoñación. Miró al niño que ni siquiera había sentido el movimiento bajo su cabeza y volvió a sonreír. Menos mal que Jack contaba en esta vida con aquel hermano mayor, pues su madre, al ser parte de la Flota Estelar, pasaba mucho tiempo fuera del planeta y no había tenido tiempo de hablarle a su hijo sobre ella, la buena hada de los dientes que le dejaría un regalo si colocaba su diente aquella noche para que se lo llevara; si no fuera por Sam, que fue quien le sugirió a Jim que hiciera aquella cosa, Toothiana se habría perdido aquel evento tan importante.
Sacó una moneda enorme, dorada y reluciente, la paseó entre sus dedos con habilidad y la colocó debajo de la almohada. Miró de nuevo al pequeño y le retiró algunos mechones de cabello de la frente; enternecida, conmovida y aún más nostálgica al pensar que ese niño era parte de su familia y que ahora sólo podía visitarlo sin que él pudiera verla.
Dio media vuelta para dirigirse hacia la ventana y retirarse, pero se detuvo de pronto. No. Norte, Bunny y Meme siempre se lucían dejando lo mejor para Jim, ¿por qué ella iba a ser menos? Volvió a girarse hacia la cama y sacando otra moneda la colocó junto a la primera, le dio un suave beso en la frente y se alejó de él lentamente hasta llegar a la ventana; le echó una última ojeada antes de salir y volvió a bajar el vidrio en cuanto se encontró afuera.
Suspiró al mirar al interior de la habitación de nuevo, pese a las lágrimas que asomaban en sus ojos, sus labios esbozaban una sonrisa.
—Nos veremos pronto, Sweet tooth. —Susurró, para luego alejarse de ahí, volando lentamente.
...
E. Aster Bunnymund siempre se esmeraba por que su producción de huevos de pascua fueran de lo mejor, con colores alegres y bellas figuras; debían ser perfectos para que los niños dieran la bienvenida a la primavera y con ella a la esperanza.
Pero desde hacía ocho años, Bunny se esmeraba aún más por hacer un huevo en particular aún mejor que los otros. Es verdad que siendo guardianes amaban y protegían a todos los niños por igual, pero le era casi imposible en lo particular ( y sabía que a sus compañeros les ocurría lo mismo) sentir cierta predilección por Jim, aquel muchachito que sabía, era su pequeño Frostbite.
Por lo tanto en su extensa producción, Bunnymund siempre elegía uno, el más grande de todos, y lo decoraba él mismo para dejarlo donde Jim pudiera encontrarlo. Los primeros años el pequeño lo hacía con la ayuda de su hermano mayor, con quien compartía el botín comiendo los dos de aquel caramelo; pero en los siguientes pudo hacerlo él sólo, aun compartiendo con su hermano el premio. Incluso hubo una ocasión en la que uno de esos huevos, a juicio de Bunny, el mejor que había decorado hasta ahora pues en él se encontraban los cinco guardianes, alegres, sonrientes y rodeados de figuras que simbolizaban sus talentos y sus centros; ese en particular, Jim había tenido la bondad de obsequiarlo a otro niño, un pequeño extranjero que se hallaba en la cacería de ese día sin muchos ánimos de participar, haciéndolo sólo por no decepcionar a su madre, que era quien realmente deseaba que estuviera ahí, compartiendo con otros la pascua.
Pero siempre era lo mismo, lo comiera, lo compartiera o aún si terminaba obsequiándolo, Jim siempre encontraba el huevo especial que el conejo le dejaba en el camino siguiendo las pistas que Meme le hacía saber en sueños. Jim siempre iba por aquel regalo hecho sólo para él.
Por eso fue muy grande la sorpresa de Bunnymund cuando vio que el huevo lo tenía otro niño que lo había encontrado casi al final del día.
Por un momento pensó que Jim, como en otras ocasiones, había terminado por regalar el caramelo a alguien que lo deseara. Pero escuchando que aquel niño en cuestión lo había hallado en el justo lugar donde él lo había dejado, la duda y el temor se apoderó de él.
Era extraño... ¿Acaso Meme no le habría dicho donde encontrarlo? No, Sandman siempre le dejaba las pistas de donde hallar aquel obsequio; entonces, ¿Se lo habrían arrebatado? ¿Algún niño mayor que Jim habría llegado al mismo tiempo y se lo habría quitado?
Aquella versión era más plausible, pero tampoco le convencía mucho, pues si algo tenía su querido Frostbite en esta vida era que sabía muy bien como defenderse de otros chicos incluso mayores que él, llegando incluso a meterse en varios problemas por lo que muchos consideraban su "violento comportamiento".
Si no se lo habían arrebatado y no lo había obsequiado... ¿Cómo?
Entonces fue como decidió ir a la granja, pues la única forma de averiguarlo era yendo hasta ahí.
Y lo que vio no le gustó nada...
—¡E. Aster Bunnymund! ¡¿Pero qué te ocurrió?! — Exclamaba Toothiana, alarmada, al ver aparecer a su amigo aquella noche por uno de los agujeros que abrió en medio del salón de Santoff Claussen. El conejo salía de este, despeinado, sucio y con el pelo de las manos lleno de sangre, sobre todo en los nudillos.
—¡Phil! — Llamó Norte, alarmado, a su yeti de confianza. — ¡El botiquín, rápido!
—Tranquilos, no estoy herido. — Murmuró el conejo tomando asiento en aquel sofá que solía compartir con Jack durante sus reuniones. Meme, Tooth y Norte miraron al conejo con sorpresa.
—Pe... pe... pero, la sangre... ¡Tus manos están llenas de sangre!
—¡Estás herrido! — Agregó Norte, aún insistiendo en que Phil trajera el botiquín mientras que Meme asentía, dándole la razón.
—No, esta sangre no es mía.
Ante esa declaración los tres guardianes se quedaron estáticos en sus puestos, mirando al conejo con aun más sorpresa y duda.
—Si esa sangrre no es tuya, ¿entonces de quien...?
El conejo se cruzó de brazos y encogió los hombros, desviando la mirada, como si pretendiera que no le interrogasen más, reprochándose a sí mismo el haber llegado a Santoff Claussen antes de ir a lavarse a su madriguera, pero se hallaba tan enojado que no pensó en nada más que alejarse del mundo mortal.
—Bunny. — Le insistió Norte, con las manos en las caderas y enarcando una ceja, como un padre benévolo que trata de hacer que uno de sus hijos le confiese por las buenas qué fue lo que hizo. Bunnymund levantó la mirada y vio a su compañero, resopló y encogiendo más sus hombros, soltó por fin, a regañadientes.
—Es de Frank... ese... maldito padrastro de Frostbite.
Aquella declaración dejó totalmente pasmados a los tres guardianes y al mismo Phil que ya llegaba con lo que Norte le había pedido. Tooth se encontraba perpleja, tanto que descendió hasta tocar con sus pies el suelo, Meme tenía un enorme signo de admiración formado de arena por encima de su cabeza y el mismísimo Guardián del asombro no cabía en sí de la sorpresa que aquellas palabras le habían provocado.
—¿Cómo... cómo que de...? kakogo cherta vy govorite?! (¡¿De qué diablos hablas?!) — Soltó Norte muy descolocado, inclinándose más hacia donde se encontraba sentado el conejo. Este se irguió, aún con los brazos cruzados, mirando de frente a sus compañeros.
—¡Que fui hasta Iowa y golpeé a ese maldito monstruo llamado Frank! ¿Satisfechos?
—¡Pero... Bunny... ! ¿Por qué... por qué hiciste eso? — Insistió Toothiana sin poder comprenderlo, o mejor dicho, no queriendo comprender.
—¡Porqué el muy maldito se atrevió a ponerle una mano encima a Jack!
Las palabras de Bunny les recorrieron todo el cuerpo como agua helada descendiendo desde sus cabezas hasta los pies. Enmudecieron por unos segundos hasta que por fin fueron capaces de articular alguna palabra; Norte fue el primero en hablar.
—Jack... ha sido... ¡¿Golpeado?!
—Sí. — Refunfuñó el conejo, volviendo a cruzarse de brazos, cerrando fuertemente sus manos sobre estos y encogiéndose más en su sitio como si tratara de evitar que la ira lo hiciera regresar a Iowa.
—¿Pero... cómo... por qué? — Balbuceó Toothiana.
—Frostbite no se presentó a la cacería de huevos de pascua como todos los años, lo supe cuando vi que el huevo que hice especialmente para él lo había encontrado otro niño. Cuando fui a ver a qué se debía... — Se mordió el labio, pues el simple recuerdo le dolía y le era difícil pronunciar aquellas palabras; sin embargo, ante las miradas insistentes de sus compañeros, continuó.—Estaba en su habitación... tenía marcas, moretones... ¡Ese maldito ebrio lo había golpeado la noche anterior!
Al oírlo, Toothiana sintió que un escalofrío la recorría por completo nuevamente, haciendo que las lágrimas se agolparan en sus ojos; Meme, apretó los puños con ira mientras que Norte hacía lo mismo, de una forma que resaltaban los fuertes músculos de sus brazos al tiempo que apretaba la mandíbula, mascullando algunas palabras en ruso que nadie lograba entender. Ahora el buen Nicolás comprendía el porqué del carácter rebelde y agresivo de Jim Kirk, aquel que siempre lo colocaba en la lista negra de los "niños malos", cosa que él solía saltarse cada año pues no consentía a hacer su repartición navideña sin dejar su obsequio en casa de Jack. Sí, Norte sabía que aquello era poco ético y fomentaba, quizá, el mal comportamiento del chico, pero simplemente le rompía el corazón el pensar en terminar su labor navideña sin dejarle al muchacho el obsequio que había preparado sólo para él; ya le había ignorado por más de trescientos años cuando el nombre de Jack Frost encabezaba la lista negra con un impresionante récord, antes de que se convirtiera en un Guardián; por eso ahora, pese a que seguía siendo un "dolor de cabeza" no quería ignorarle, no más.
Y menos ahora que sabía a qué se debía aquel mal comportamiento.
Bunny seguía mordiéndose el labio, luchando con la ira contenida que no había logrado desahogar del todo a pesar de la brutal paliza que le había metido al humano. Estaba seguro que ahora se ganaría una reprimenda por parte de Norte, algún sermón del tipo "No debemos agredir a los mortales" y la verdad, no le daba la gana escucharlo, en especial porque no se arrepentía en lo más mínimo de lo que había hecho.
Jamás olvidaría la satisfacción de aparecer ante aquel borracho que aún se hallaba ebrio cuando salió de la casa en busca de más licor. Le había interceptado a unos metros de la granja, cuando el hombre aun iba tambaleante encaminándose hacia el sendero. La forma en que abrió los ojos de manera desmesurada al ver aparecer al enorme conejo de más de metro ochenta le hizo saber a Aster que en ese momento, quizá por los efectos del alcohol sobre el cerebro, no le era invisible. ¡Muy bien! eso hacía ligeramente más pareja la confrontación, aunque el sujeto seguro pensaría que se trataba de una alucinación.
Y cuando el conejo le dijo que se encontraba ahí para cobrarse lo que le había hecho al niño, la cara de horror de Frank se había convertido en todo un poema al miedo. Cayó al piso, retrocediendo a rastras con los ojos desorbitados al ver que aquel conejo gigante y de aspecto agresivo se acercaba a él, paso a paso. El tembloroso hombre se puso de pie intentando correr, pero no consiguió huir pues su "alucinación" le había sujetado de la parte trasera del cuello de la camisa, tirando de él para evitar su escape. Fue cuando Frank intentó defenderse, lanzando un golpe hacia lo que él creía sería el aire, con la vana esperanza de atravesar a aquel conejo de casi dos metros y cerciorarse así de que se trataba de una estúpida ilusión.
¡Dios! Casi se muere cuando su "ilusión" le atrapó el puño y se lo retorció con fuerza.
De ahí el hombre lanzó patadas, golpes, gritos, todo lo que estuvo en su poder para lograr escabullirse lo más sano y salvo posible; luchó contra aquel conejo gigante pero todo fue en balde. Su alucinación contuvo todos los ataques que este tuviera a bien a darle y se los devolvió con el doble de fuerza y con más puntería de la que el ebrio podía lograr, haciéndole pedazos la cara, golpeándolo fuertemente y repetidas veces en el estómago y ya cuando lo tuvo en el piso, rematando todo con una buena patada y las palabras "Vuelves a tocar a Jim y me tendrás de vuelta".
Definitivamente Bunny no se arrepentía. Para él, Frank había cometido uno de los peores crímenes que se pueden cometer contra un niño, violentarlo dentro de su casa, aquella que debía ser un refugio, un lugar donde crecer en plena libertad y seguridad; ese hombre había convertido el hogar de Jim en un lugar de tortura y él estaba dispuesto a cobrárselas de nuevo si se le ocurría otra vez maltratar al niño; así dijera Norte lo que dijera.
Norte se acercó más a Bunny, respirando hondo, como si tratara de contenerse para no regañarle. El conejo levantó la mirada y le vio fijamente, esperando la regañina que sabía le darían. El cosaco se inclinó hacia él, casi amenazante. Abrió la boca, aquí venía...
—Si hay una próxima vez, avísame primerro, yo también quierro darrle su merrecido.
Bunnymund sonrió y asintió con la cabeza.
Por desgracia aquella golpiza que Jim recibiera por parte de Frank no fue un incidente aislado, sino una situación que, a pesar de la paliza que Bunny le diera al humano, siguió repitiéndose constantemente creando dentro del hogar de los Kirk un caos difícil de soportar. Con el tiempo las peleas entre Sam y Frank eran mayores y las consecuencias peores. Sam discutía mucho con su madre... cuando se hallaba en Terra, por el hecho de tener a ese sujeto en casa; Jim seguía siendo el blanco de todas las broncas de aquel hombre cuando este ya no podía enfrentar a Sam quien se hacía cada vez más fuerte y rebelde; y Frank, aunque volvió a ser visitado por Bunny e incluso por Norte, no cambiaba su actitud, pensando siempre que los golpes recibidos eran pleitos que había tenido con otros hombres durante sus estados de ebriedad y no a la justicia por parte de dos Guardianes muy enojados.
Los años pasaban, la situación empeoraba y todo derivó en algo perjudicial para Jim Kirk...
...
Está vez sí que la había hecho.
Norte se encontraba en su oficina, sentado ante su escritorio con los codos apoyados en este y las manos sobre su rostro; se cubría los ojos, pasando sus dedos sobre los párpados cerrados, iniciando desde las sienes hasta el puente de la nariz, tratando de relajarse, de aliviar un poco la tensión que le oprimía.
Escuchó ruidos en el pasillo; los pasos fuertes, pero ágiles de Bunny, el rápido aleteo de Tooth, sabía que también Meme vendría con ellos igual de alarmado que los otros, el que fuera silencioso no significaba que no estuviera ahí. La puerta se abrió de golpe y Bunny, acompañado de los demás, entró en la oficina.
—Bunny, ¿cuántas veces te lo he dicho? No entres de esa forma a mi...
—Norte... ¿Es cierto...? — Soltó el conejo, con la angustia reflejada en su rostro y sus ojos. Norte se había girado en su silla para encararlos, asintiendo con la cabeza.
—No puede ser, ¿pero, por qué?
—El muy... bolvan! (cabeza de chorlito) — Soltó Norte verdaderamente enfadado.- Hizo algo que... ¡Hizo algo que pudo costarle la vida!
—¿A qué te refieres? — Preguntó Tooth, acercándose más a su amigo cosaco. Este, se revolvió el cabello con frustración, miró al hada y dijo.
—¡Tomó el auto de su padrastro y lo llevó hacia un barranco! ¡Estuvo a punto de caerrse al abismo! Porr suerrte logró saltarr antes de que ocurrierra pero ¡Casi se mata!
—¡Ay, Jack! ¡¿Pero porqué haría algo así?! — Musitó la Reina Hada con espanto. Sandman a su vez resoplaba negando con la cabeza.
—¡Sabes como es él, siempre fue un cabeza dura! — Gruñó el conejo con molestia.—Pero no lo culpo... no por la intención, digo yo.
—¿La intención?! ¡Casi se mata! — Recalcó Tooth con enojo, Meme le apoyaba con el ceño fruncido y las manos en la cadera.
—¡No esa intención! ¡Me refiero a lo que pretendía! ¡Quería darle una lección a ese sujeto!
—Oh... entiendo. — Musitó Toothiana comprendiendo lo que Bunny pretendía explicar.
Norte no tuvo otra que darle la razón al conejo, él también entendía muy bien a Jack; el porqué de su carácter rebelde y aquella desobediencia. La vida con Frank era un suplicio para el pobre muchacho, el hombre no cambiaba su carácter violento y siempre agredía al niño, ya fuera de forma física o psicológica.
Para los Guardianes eso era frustrante... lo era si le pasaba a cualquier niño en el universo, pero era peor cuando se trataba de Jim por razones obvias. Y aunque con sus intervenciones trataban de encaminar o mínimo asustar a Frank para que no le tocara ni un cabello al muchacho y aunque ellos deseaban con todas sus fuerzas revelarse ante Jack y llevarlo a vivir a Santoff Claussen, simplemente ni lograban una cosa ni podían la otra. Destino y Fortuna no permitían que los Guardianes llevaran al niño con ellos, ya que debía llevar su vida humana sin mayores intervenciones (el hecho de que Bunny y Norte pusieran en su lugar a Frank ya era demasiada intervención y lo más que permitirían), Jim Kirk debía desarrollarse lo más normalmente posible en el ambiente que le había tocado.
Por muy nocivo que fuera.
Pero lógicamente, alguien con la fuerza del viento del norte en el corazón y con el carácter de una tormenta, como lo era Jim, no recibía aquellos maltratos con los brazos cruzados. Si bien cuando era más pequeño no podía hacer nada para defenderse y sólo le quedaba ocultarse y alejarse de Frank lo más que podía, conforme iba creciendo y su carácter se volvía más rebelde, huir ya no era parte de sus planes, sino la confrontación; y aunque Frank todavía lograba aplacar aquellas reacciones con dos o tres golpes bien dados, no lograba apagar las ansias de venganza que se quedaban en el pecho del muchacho, el cual comenzaba a darle guerra con todo cuanto tuviera a mano, destruyendo incluso sus cosas más amadas con tal de hacerle sufrir aunque fuera un poco lo que este le hacía sufrir a él. Cómo la colección de trofeos que este ganará en sus años de secundaria y preparatoria por los campeonatos de fútbol que había logrado y los cuales atesoraba con amor, estos terminaron siendo blancos de tiro cuando Jim y uno de sus amigos del colegio consiguieron una vieja escopeta de salvas, luego fue un trofeo de carreras que Frank había ganado años antes de conocer a Winona y del que se sentía muy orgulloso, quizá porque era el único logro de su vida.
Y esta vez había sido su amado auto, el cual ahora yacía en el fondo de un barranco de Iowa.
Por desgracia, este hecho no iba a quedar impune y Frank se las había arreglado para convencer a su mujer de que Jim merecía un escarmiento que lo encaminara de una vez por todas por el buen camino, algo que le impusiera disciplina y le ayudara a convertirse en alguien responsable antes de que terminara siendo un delincuente o se matara la próxima vez que intentara algo similar.
Y la preocupada madre, creyendo que era lo mejor que podía hacer, decidió enviar al chico con sus tíos quienes tenían una pequeña granja en la colonia ubicada en Tarsus IV.
—Eso está muy lejos. — Murmuró Toothiana cuando Norte les reveló hacia donde enviarían a Jim. El cosaco asintió levemente.
—¡Bueno! No hay de qué preocuparse, ¿no es así? — Interrumpió el Conejo con su clásica sonrisa llena de confianza.—¡Tarsus IV es una de nuestras zonas! Las esferas de nieve nos permiten el paso hasta ahí, podemos seguirlo viendo cuando queramos.
—Es verdad. — Replicó Norte, un poco más animado.
—¡Ánimo, tristones! — Les alentó el conejo.— ¡No hay que ponerse así! Jim estará en Tarsus IV, pero podremos visitarlo cuando queramos; ¡No es que se vaya para siempre a un lugar al que no podamos llegar!
Y ante estas palabras del Guardián de la esperanza, los demás sonrieron un poco más relajados, asintiendo; después de todo Bunnymund tenía razón, no era que Jim se fuese a un lugar al que no pudieran llegar, incluso estaría lejos de Frank, viviendo tranquilo, llevando por fin una vida normal, ¿no es así?
Jamás imaginaron lo que estaba a punto de pasar en Tarsus IV, jamás imaginaron que Jim encararía una traba más que Destino y Fortuna le habían puesto en el camino, como tampoco sabían que los mismos Destino y Fortuna impedirían que fueran en su ayuda bloqueando las esferas de nieve cuando trataran de transportarse a la colonia.
...
Sentía los párpados muy pesados, a su pecho le costaba subir haciendo que su respiración fuera sólo unas lentas y pausadas inhalaciones y exhalaciones, las cuales iban siendo cada vez menos. Se estaba muriendo.
Pero tenía la satisfacción no sólo del deber cumplido, sino la de saber que su tripulación, su familia, se encontraba a salvo. Sabía que ahora, con el núcleo activo, la nave lograría volver a Terra sin problemas y que ninguno de los suyos tendría que pasar por lo que él estaba pasando.
No había nada que reprocharse, había actuado como se esperaría de un hombre de su rango, mejor aún, había actuado mejor de lo que podía esperar de sí mismo. Fue un acto irracional, seguro eso dirían después, en especial Spock y Selek, pero había sido un acto sin pensar en nada más que en el bienestar de su gente y era algo que lo hacía feliz, ellos se encontraban bien y era lo único que importaba.
Había hecho bien... estaban a salvo, durante toda su vida había hecho bien, ¿no es así? Por lo menos lo había intentado...
Su mente parecía jugarle una broma, haciendo literal aquello que suelen decir de que cuando estás a punto de morir ves toda tu vida pasar frente a tus ojos. Vinieron a él viejas memorias de su infancia, los días solitarios de su niñez cuando Winona se hallaba en el espacio y él se quedaba solo en casa, con Sam al principio, quien le cuidaba y animaba. Pero eso cambió cuando Frank llegó a sus vidas alterándolo todo, pues si bien ante Winona procuraba comportarse, cuando ella no estaba era cuando todo se venía abajo. Las golpizas que les propinaba a ambos (más a él que a Sam), las eternas discusiones entre su hermano y su padrastro y la constante tensión que derivaba en que Jim se portara peor que nunca, convirtiéndose en un niño problema al que nadie quería ni podía soportar. Sam terminó por marcharse, harto de Frank decidió emprender su propio camino dejando a su hermano atrás, con una sensación de abandono aún mayor y convirtiéndolo en todo un caso perdido ante los ojos de los demás.
Fue como acabó con el auto de Frank, casi matándose al hacerlo. De esa forma, a modo de castigo, terminó en Tarsus IV, aquel lugar que de ser una bella colonia acabó por convertirse en un infierno.
Las palabras de Kodos resonaron en su cabeza, las imágenes de la gente que había sido citada en esa plaza volvieron a aparecer en su mente. La colonia sufría un problema grave con un hongo tóxico que amenazaba con acabar con las reservas de alimentos; el gobernador Kodos había solicitado ayuda a la Federación, pero no había recibido respuesta. Por ende, se vio en la necesidad de tomar medidas drásticas y, basándose en sus personales teorías eugénicas, decidió dividir a la población entre "más necesarios" y "menos necesarios", citando ahí a los últimos para ejecutarlos y así poder racionar la comida que quedaba para aquellos dignos de ser salvados.
La masacre siguió a ese discurso que los condenaba a muerte; sus tíos, quienes le habían recibido en su granja en aquel planeta, fueron de los primeros en morir ante los ojos de Jim, junto con más y más gente; adultos, ancianos, niños... ¡Incluso mujeres embarazadas! Si Kodos creía que no valía la pena ser salvado era ejecutado. Así funcionaban las cosas.
Y él iba a morir ahí...
Pero en ese momento un niño le había tomado de la parte baja de la camisa, aferrándose a él con miedo y haciéndolo despertar del suyo. Jim miró los enormes ojos de ese pequeño, anegados en lágrimas y sólo atinó a sujetarlo entre sus brazos cuando los hombres de Kodos se acercaron y le apuntaron; quitándolo del medio cuando dispararon para salir corriendo de ahí con otros ocho niños que, asustados, le siguieron en la huida.
De ahí todo fue ver por esos niños sin importar que. A sus trece años ya había sido testigo en carne propia de la maldad de la gente y no iba a permitir que ellos la sufrieran... no sabía por qué, pero algo lo impulsaba a protegerlos... como si fuera un llamado, un deber sagrado que simplemente no podía rechazar.
Y fue como se convirtió en su protector, robando comida de la colonia con el mayor cuidado posible, para ellos. A veces era descubierto por los hombres del gobernador, perseguido, apaleado y casi asesinado de no ser porque lograba escapar y ocultarse a tiempo, y aunque el miedo volvía a invadirle se levantaba, volviendo a la carga, dispuesto a no regresar a la cueva hasta que tuviera algo para sus chicos. En otras ocasiones las palizas eran reemplazadas por indignas propuestas por parte de los lascivos soldados y Jim solía aceptar, todo con tal de obtener algo para sus niños, después de todo... ¿Qué importaba si podía conseguir a cambio algo para sus niños? Fueron días terribles, pesados, difíciles y muchas veces el chico estuvo a punto de rendirse, pero...
¿Acaso no se supone que siempre había esperanza? Los niños se lo recordaban con sus enormes y agradecidas sonrisas cada que volvía de la colonia. No por la comida en sí, la cual era bienvenida, sino por el hecho de que podía volver cuando temían que fuera atrapado, ejecutado o que justamente se diera por vencido y los abandonara. Él estaba decidido a alimentar sus cuerpos con aquella comida y sus almas con risas, pues siempre hallaba la forma de alejar el miedo de aquellos niños haciéndolos reír.
La esperanza y la risa se mantenían.
Esperanza que se vio recompensada en la forma de los oficiales de la Flota, arribando a Tarsus IV, poniendo bajo custodia a los soldados y rescatando a los sobrevivientes. Fue cuando Jim y sus niños pudieron salir de su escondite, volver con la gente y ser atendidos por un equipo médico. Primero los pequeños; Jim no permitió que ningún doctor lo tocara hasta que atendieran a sus chicos.
Posterior a eso fueron trasladados a una base espacial de la Federación e internados en el hospital de la misma hasta que fueran recogidos por sus parientes más cercanos.
Jamás olvidaría los rostros de los niños al despedirse de él, el llanto al no querer separarse de "su hermano" como le llamaban, las promesas de volver a verse y la gratitud de los adultos que venían por ellos, cosa que le hacía sentir incómodo, por lo que respondía agachando la cabeza y asintiendo levemente. No le gustaba, no lo quería, era su deber y se sentía satisfecho y feliz por haber logrado mantenerlos con vida y que ahora fueran a hogares cariñosos que los recibían con alegría.
Tampoco olvidaría el rostro de su madre cuando atravesó la puerta y lo miró en la cama. Sus ojos llenos de lágrimas, el rostro desencajado por la angustia... ¿En verdad estaba tan preocupada por él? Y pese al rencor que sentía hacia ella, tampoco olvidaría como se aferró a su cuerpo con fuerza cuando esta le abrazaba y le pedía perdón entre sollozos, diciéndole que jamás volvería a pasar algo tan horrible como eso... que jamás lo abandonaría otra vez.
Promesa que se llevó el aire, pues en cuanto volvieron a Terra, Jim volvió a lo mismo, a una madre ausente y un padrastro agresivo.
Pero ellos no tuvieron al mismo Jim, pues si antes les pareció que era un dolor de cabeza ahora era un dolor completo y agudo. Ya no recibía los golpes sin responderlos a su vez, ya no se quedaba en casa a aguantar las estupideces de Frank, sino que se iba y duraba días sin volver al hogar, volviendo sólo en manos de la policía, ya fuera por el reporte de huida o por que había infringido la ley.
Y así siguió el resto de su juventud, con una mente brillante que le permitía ir a la escuela "de pasada", sacando las mejores calificaciones de su clase, pero un espíritu indomable que le hacía aventurarse de las formas más descabelladas posibles, a veces poniéndose en riesgo por nada, como si intentara autodestruirse y estuviese en muchas ocasiones muy cerca de lograrlo.
Y de ahí en adelante todo fue una vorágine que lo consumió poco a poco; sexo a temprana edad y con diferentes personas o alienígenas; alcohol, parrandas, drogas una que otra vez; un prontuario que le acompañaría por siempre y una marca de delincuente juvenil que sería el epitafio de su prematura tumba.
Hasta que Christopher Pike apareció y le dio un sentido a su vida.
A partir de esa charla con el Capitán Pike pudo darse cuenta de lo que estaba haciendo, estaba permitiendo que el dolor y la desesperación actuaran por él, se estaba dejando llevar por la desesperanza, el miedo y la confusión.
¿Y acaso no había aprendido una valiosa lección en su infancia? Siempre habían buenos recuerdos, siempre habían sueños, siempre había de qué asombrarse en la vida y siempre había esperanza. La esperanza los había sacado vivos de Tarsus IV.
Y la risa siempre le había hecho afrontar el miedo.
Fue como encaminó sus pasos. Entró a la Academia de la Flota Estelar, aprendió; su inteligencia lo hizo destacarse de entre todos, pero en especial su carácter rebelde, su forma tan particular de ver el mundo, su desenfado y el hecho de reírse del peligro, aquello que Pike dijo, la Academia necesitaba con urgencia.
Y fue como junto con Spock había salvado la tierra de la amenaza que representaba Nero y su gente. Y ahora, Spock se había encargado de Khan y él había salvado al Enterprise.
Había terminado... había cumplido su misión... o misiones, ya había terminado.
Pero esa satisfacción no le quitaba el hecho de que estuviera completamente asustado, que la idea de la oscuridad que ahora le comenzaba a rodear le inspirara un temor que de hecho, no le parecía nuevo; era como si ya lo hubiese experimentado antes y sin embargo, no por eso dejaba de ser menos aterrador.
Vio llegar a Spock frente a él. Su rostro, normalmente inexpresivo, ahora demostraba aquellas emociones que por lo general mantenía bajo control. Esa visión le hizo sentirse peor, preocupado y más asustado al mismo tiempo pues temía por Spock ya que jamás lo había visto así.
Sin embargo, también le hacía sentirse feliz; no se hallaba del todo solo, no habría querido pasar por eso solo... no otra vez...
Aunque no entendía el por qué de esa sensación de deja vù. Sentía, como si ya hubiese pasado por eso hacía ya muchísimo tiempo atrás; el miedo a la soledad, la incertidumbre, el temor a lo desconocido y sobre todo, el dolor de dejar a todos los que amaba. Y aunque en una parte muy profunda de su corazón y de su mente, había una pequeña luz de esperanza, como si lo que se avecinaba después del trance no le fuera del todo extraño, aún sentía miedo y angustia, algo muy similar a lo que debe sentir una persona que pierde su hogar en una tormenta o que le es arrancado algo muy querido.
Puso su mano sobre el cristal de la puerta, ¡Dios! ¡Cómo le había costado! Spock también colocó su mano del otro lado del vidrio. Si no fuera por eso podría sentir su toque, aunque también él saldría dañado por lo que era mejor así. Prefirió olvidar eso, había cosas más importantes de qué hablar.
Quería decirle tantas cosas, confesarse... Y aún en ese momento, en el último, le era casi imposible hacerlo porque sólo le causaría malestar. Sólo se limitó a preguntar por la nave, saber si estaban bien y hacer una petición; lastimera, patética, pero necesaria.
"¿Cómo eliges no sentir?"
Pero Spock no podía saberlo, de hecho no podía ayudarlo, él mismo confesó estar fallando en ese momento al intentarlo. Vio lágrimas correr por las mejillas del Vulcano... ¡Lágrimas! ¡Spock estaba llorando por él! Aquello nuevamente le daba una serie de emociones encontradas y sin saber cómo, le ayudaban a hacer la transición más fácil... y a la vez más complicada.
Exhaló su último respiro; la pesadez que sentía en todos sus músculos acabó por vencerle y su cuerpo quedó ahí, recostado contra la puerta de cristal, con los ojos de zafiro abiertos, inertes y mirando a aquel rostro que en ese momento se había convertido en su nueva luna.
James T. Kirk acababa de morir.
Ahora dejaba su forma mortal, había concluido el ciclo. Destino y Fortuna debían estar satisfechos. Había cumplido con el acuerdo; tomado su cuerpo mortal correspondiente y llevado a cabo la misión para la que le habían asignado, salvando la Tierra, esa era la tan importante misión ¿o no? Ahora Jim volvía a ser Jack y podía volver con su familia, retomar sus deberes de guardián a tiempo completo. Era hora de reemprender el viaje al polo norte, al encuentro con los suyos.
Y sin embargo no pudo hacerlo. No sólo parecía costarle la simple idea de emprender la marcha, sus piernas parecían negarse a dar un paso que lo alejara del Enterprise. Se hallaba de pie, mirando la escena; el cuerpo que había usado por más de veinte años yacía tendido en el piso de aquella cámara, mientras que del otro lado se encontraba Spock.
Spock, cuyo rostro comenzaba a transfigurarse de una forma en la que Jim... Jack no había visto en todo el tiempo que tenía de conocerle. Sus rasgos se descomponían asemejando a los de una fiera, sus ojos destellaban dolor y furia, a la vez que de su garganta salió un terrible y desgarrador grito que no sólo lo estremeció a él, sino a Scotty y Uhura, que miraban al Capitán muerto y al Primer Oficial, aparentemente herido también de manera mortal.
Jack sabía que debía irse, que ya no tenía nada que hacer ahí... Pero ver a Spock así, levantándose de manera tan violenta, dirigiéndose al puente de forma intempestiva, seguido por Uhura que en balde trataba de darle alcance, le hacía sentir que no podía irse; no aún, no sabiendo que Spock no se hallaba bien, que justamente en ese momento parecía fuera de sus cabales. Tenía que ayudarle a mantener la calma, a volver a ser el mismo Spock, pero... ¿Cómo hacerlo cuando ya no tienes un cuerpo físico en el cual moverte y cuando has vuelto a ser tan invisible como lo fuiste antes?
Los siguió hasta el puente,alcanzando a entrar justo antes de que la puerta se cerrara. Un hálito helado se apoderó del lugar cuando entró, provocando que todos se estremecieran del frío, todos excepto Chekov quien ya había retomado su posición y que por obvias razones tenía mayor tolerancia a las bajas temperaturas que sus compañeros, quienes, parte la emoción del momento, parte su profesionalismo, no exteriorizaban aquella incomodidad que seguramente se debía, pensaban, a alguna falla del sistema. Sulu, se hallaba verificando la posición de Khan. Este había saltado desde su nave hasta llegar a tierra firme.
—¡¿Podemos teletransportarlo?! —Preguntó Spock mirando la pantalla fijamente mientras apretaba los puños con ira.
—¡Es casi imposible, señor, es difícil ubicarlo, pero puedo teletransportarlo a usted! — Replico Chekov siguiendo la pista de Khan por medio de sus instrumentos.
Jack se acercó a la consola ubicándose en medio de Chekov y Sulu. El japonés no pudo evitar un nuevo estremecimiento más notorio que el anterior, y es que ahora parecía como si el desperfecto del clima se hallara justamente a un lado de él. Chekov le miró de reojo al notarlo. Jack observaba la pantalla.
¡Sintió de repente la necesidad de ser transportado! ¡De ir por ese desgraciado y detenerlo antes de que matara a los civiles que se hallaban en la ciudad! Era su deber como el Capitán de esa nave y como uno de los oficiales de la flota; no podía decir que su misión estaba totalmente cumplida si dejaba a ese maniático suelto y a su tripulación y a los civiles en peligro.
Spock miró a Uhura, Jack, al verlo desde su sitio comprendió lo que aquellos ojos de ónix estaban expresando. La Teniente también captó el mensaje, pues su respuesta ante eso fue un " Ve por él".
La única respuesta del Vulcano fue correr hacia la puerta del puente a toda velocidad. Jack se giró en su sitio, dispuesto a correr detrás de él, pero en el momento en que lo había hecho le pareció notar algo...
Los ojos de Chekov, muy abiertos y fijos sobre él.
¿Lo había visto? ¿En verdad había notado su presencia? Bueno... Quizá era posible... es decir, Chekov era el más joven de la tripulación, tal vez aún era un creyente.
Aquella distracción le costó cara, pues sólo escuchó la puerta del turbolift cerrándose detrás del Primer Oficial. Spock ya se había ido. Alarmado, corrió hacia la salida pensando en seguirlo, alcanzarlo y bajar a tierra con él, pero su presencia espiritual no era detectada por la máquina, razón por la cual no se abría, dejándole atrapado en el puente. Enojado consigo mismo dio un puñetazo contra la puerta, esta se llenó de repente de escarcha que corrió a lo largo del metal. Al ver lo que había hecho volvió a reventar en furia, pero trató de contenerse, lo que menos necesitaban en ese momento era más frío invernal.
Volvió sobre sus pasos muy molesto, por ahora no le quedaba más que presenciar todo desde ahí cuando lo que más quería era ayudara Spock a detener a ese monstruo. Se sentó en la silla del Capitán [1], apoyando su codo izquierdo sobre el reposa brazos e inclinando todo su cuerpo a ese lado mientras observaba la pantalla.
Todo iba bien, Spock no había perdido la pista de ese desgraciado y había empezado a perseguirlo por varias calles. Cada vez que el Vulcano se hallaba más cerca de atraparlo, Jack se inclinaba más hacia el frente, ansioso, mirando fijamente a la pantalla y aferrando con sus manos los reposabrazos de la silla, inevitablemente llenándolos de una ligera capa de hielo.
Pero ocurría algo extraño... No podía entenderlo. Si Spock estaba persiguiendo a Khan debía ser para arrestarlo, ¿no es así? Su deber como oficial de la Flota Estelar era capturar a ese sujeto para ponerlo bajo arraigo y así mantener a los civiles a salvo ¿o no? Al menos esa era su intención cuando pretendía ir con él tras Khan.
Pero Spock no estaba actuando como un oficial, de hecho ¡Ni siquiera estaba actuando de manera racional! Intentaba someterlo, pero no parecía tener intenciones de arrestarlo, más parecía que... que quería matarlo.
El Vulcano actuaba como una fiera herida, irracional y salvaje que sólo quería descargar el dolor que sentía contra aquel que se lo había provocado, pero... Eso no era posible, afirmar eso sería decir que Spock se hallaba sufriendo mucho por él.
De repente sonó el comunicador desde la bahía médica llamando la atención de todos en el puente. Jack no entendía que podía necesitar McCoy en ese momento, pero temiendo que hubiesen heridos de gravedad prestó toda su atención.
Que dijera que quería a Khan era inesperado, pero la razón por la que le quería lo dejó, irónicamente, helado...
Pues según el doctor, era la única forma de salvarlo a él.
¿Salvarlo a él? ¡Su cuerpo estaba muerto! ¡Para eso no había cura ni salvación! Seguramente al buen Bones se le habían cruzado algunos cables con todo este lío, ¡¿De dónde sacaba esa idea?! Se quedó hundido en sus pensamientos, tratando de comprender que traía McCoy entre manos, que no escuchó cuando Uhura preguntó si podían teletransportarla después de todos los fallidos intentos de comunicarse con Spock. Sólo reaccionó cuando la Teniente salió a toda prisa del puente... ¡Otra oportunidad de salir, totalmente desperdiciada!
Enfadado de nuevo consigo mismo, apoyó ambos codos sobre los reposabrazos y entrelazó sus dedos mientras observaba por la pantalla que Uhura se materializaba sobre aquel vehículo aéreo en el que el Vulcano y Khan peleaban. La teniente comenzó a disparar contra aquel súper hombre, pero los disparos no le hacían efecto alguno, al contrario, parecían provocarlo aún más porque había dejado a Spock tirado para dirigirse a ella. Jack, aterrado por lo que ese desgraciado pudiera hacerle a su Oficial de Comunicaciones, se puso de pie de un salto.
Pero Spock se había levantado de nuevo, atacando otra vez a Khan. Logró dominarle por fin, pero siguió golpeándolo una y otra y otra vez de una forma brutal.
Jack estaba alterado, ¡¿Qué diablos le pasaba a Spock por la cabeza?! ¡Si continuaba así se podía comprometer! Pero no parecía racional, ¡no hacía caso a nada! Ni siquiera los gritos de Nyota parecían hacerle entrar en razón.
Pero aparentemente algo que la mujer dijo o hizo consiguió el milagro. ¿Qué sería? Quizá jamás lo sabría, era el inconveniente de no tener reestablecidas las comunicaciones. Spock había dado un golpe final que logró dejar a Khan fuera de combate.
—¡Lo consiguió! —Exclamó Chekov felizmente aliviado. Todo el puente compartía la alegría de ese momento, sonriendo y suspirando aligerados. No sabían como pretendía el médico de a bordo devolverle la vida a su Capitán, pero si lo único que necesitaba era a ese hombre, era una gran felicidad el saber que podrían proporcionárselo.
Jack también sonreía feliz, contagiado por el ánimo de su tripulación y porque Spock y Uhura se encontraban a salvo. Volvió a sentarse en la silla, respirando con más tranquilidad y recargando su espalda en el respaldo. Nuevamente apoyó su codo izquierdo sobre el reposa brazos, inclinando su cuerpo relajadamente hacia ese lado, sonriendo, aliviado.
—Señor Chekov, que el señor Giotto y un destacamento de seis agentes bien equipados sean teletransportados a las coordenadas del señor Spock. Debemos poner bajo custodia a ese sujeto lo más rápido posible.
—Sí, Capitán. — Respondió el joven ruso. Todos en el puente se giraron a mirarlo con extrañeza.
—Pavel... ¿con quien hablas? —Preguntó Hikaru con preocupación, mirando al muchacho como si esperara encontrar alguna señal de enfermedad.
Chekov cayó en la cuenta... El Capitán estaba muerto, no podía estar ahí en el puente.
¡Pero él podía jurar que había escuchado su voz!
Se giró hacia la silla y dio un pequeño saltito, girándose de nuevo hacia el frente. Ya no sabía que pensar de todo el asunto; sin embargo accionó el comunicador.
—Señor Giotto... Preparre un destacamento de seis agentes, serrán teletransportados a la ubicación de la aprehensión del prisionerro.
—Entendido. —Replicó el Oficial del otro lado del comunicador.
Pavel cortó la comunicación y se recargó contra el respaldo de su silla. Sulu se acercó a él, solícito y preocupado por su salud, pues sabía que para el chico, el Capitán era una persona muy preciada (como para el resto de la tripulación, cabe aclarar), algo así como un hermano mayor y saber lo que le había ocurrido parecía afectarle al grado de creer que le oía en el puente.
Jack por su parte, suspiró, comenzando a sentirse intranquilo de nuevo. Ahora que Khan había sido arrestado y su tripulación y los civiles estaban seguros podía irse en paz... ¿No es así? Es lo que tenía que hacer. Se reencontraría con Norte, con Tooth, con Bunny y Meme y eso le llenaba de inmensa alegría.
Pero tendría que dejar a Bones, Pavel, Hikaru, incluso extrañaría a Nyota; No podría volver a ver a Selek...
Y tampoco podría ver a Spock.
Se quedó en la silla, pensativo, mientras Sulu daba las instrucciones para trasladar a la Enterprise a la base. Requería reparaciones con urgencia, prácticamente necesitaba ser reconstruida y especial atención en el sistema del clima, pues se hallaba en tan mal estado que incluso ya estaba nevando ligeramente en el puente.
[1]En la película "Star Trek Into Darkness", cuando Spock y Uhura entran al puente después de la muerte de Jim, Sulu se encuentra en su posición frente a la consola; después, en el momento que Uhura pide ser transportada donde Spock y Khan, Hikaru está en la silla del Capitán. ¿En qué momento ocurrió ese cambio de lugar? No lo sé, pero decidí quedarme con la primera posición (en su puesto de piloto) y así dejar la silla libre.
Author's Chapter Notes:
Disclaimer: El Origen De Los Guardianes y Star Trek, personajes, situaciones y demás no me pertenecen, son propiedad de sus respectivos dueños: William Joyce, Dreamworks, Gene Roddenberry, J.J Abrams y Paramount.
Fe de erratas: En la nota de autor del capitulo anterior, la babosa de yo puso que Nicolás San Norte en la versión en inglés de la película habla un RUSO "mocho", es un INGL…S " mocho" el que habla el buen Norte. Perdón por la metidotas de pata.