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Capitulo III

Todo había pasado muy rápido, tanto que seguía absorto observando al prisionero inconsciente en la superficie de aquella aeronave, aun con los puños temblando ante el exceso de adrenalina que recorría su cuerpo después de ese lapso de total perdida de control.

Fue entonces que repentinamente apareció el Jefe de Seguridad, Giotto, con un destacamento fuertemente equipado y dispuesto a llevarse al fugitivo a la base. De ahí ya no recordaba más; ni lo que fuera que Nyota intentara decirle para calmarlo, ni el trayecto al área de desembarco donde el vehículo paró por orden de Giotto para poder bajar a Khan y mucho menos el viaje en la patrulla que había sido enviada para recogerlos a todos. Sólo sabía una cosa; que el cuerpo de Jim había sido trasladado al hospital de la Base de la Flota Estelar.

Y era ahí justamente a donde quería ir.

Pero al llegar, el destacamento ingresó a un todavía inconsciente Khan por la parte trasera del edificio para llevarlo a un piso que había sido cerrado a petición del Doctor McCoy sin permitir acceso a nadie más que no fuera el grupo de seguridad y el prisionero. Spock y Uhura no tuvieron otra alternativa que quedarse en el recibidor del gran hospital, en espera de alguna buena nueva.

—Quizá podamos ir a la cafetería, tomar un té de especias... eso te haría bien. — Susurró Uhura, solícita, tratando de distraer al Vulcano. Este se hallaba más serio de lo habitual, ensimismado y callado, los brazos cruzados sobre el pecho.

—Agradezco tu ofrecimiento... — Dijo de manera vaga. —Pero en estos momentos no preciso de ningún suplemento... si tú deseas...

—¡Comandante!

Spock y Uhura se giraron al oír la voz de Scotty. El Jefe de Ingenieros llegaba corriendo por la entrada principal del hospital acompañado de Sulu y Chekov.

—¡¿Han sabido algo?! —Preguntó el escocés, preocupado.

—No... acabamos de llegar. Giotto se llevó a Khan a donde el Doctor McCoy, pero no nos permitieron la entrada. —Contestó Uhura y ante sus palabras el ánimo de los tres recién llegados cayó aun más, si es que acaso era posible.

—Bien, está claro que sólo nos queda esperar. —Musitó Sulu con resignación. Se acercó a Chekov, tomándolo suavemente de los hombros.—Vayamos a la cafetería, te hará bien tomar algo.

—No es necesarrio, me encuentro bien.

—Pavel...— Insistió Hikaru, mirándolo con preocupación. El joven ruso al verlo, esbozó una tímida sonrisa.

—De acuerrdo.

—¿Nos acompañan?

—Sí... ¿Por qué no?— Dijo Scotty, pasándose la mano por el cabello, esbozando una sonrisa nerviosa.—Todas estas emociones me tienen muy alterado, me hace falta un buen whisky.

—No creo que sirvan eso aquí, Scotty.

—Scotty. —Le llamó Uhura por lo bajo. El escocés se acercó a ella. —¿Le pasa algo malo a Pavel? —Preguntó la chica al ver que Sulu se encontraba tan preocupado por él.

—¡Ah, eso! Bueno... —El Jefe de Ingenieros bajó un poco más la voz, acercándose a Uhura para que tanto Chekov como Sulu y sobre todo Spock no pudieran oírle, aunque era obvio que con este último las precauciones estaban de más.—Sulu dice que estaba muy raro en el puente. La muerte... La muerte del Capitán lo afectó muchísimo, sabes cuánto lo aprecia; al parecer empezó a hablar como si Jim estuviera en el puente. — Dijo casi en un susurro.

—Entiendo.

—¿Nos acompañas, Uhura? — Les interrumpió Sulu, aun tomando a Chekov con delicadeza de los hombros.

—Eh... No, no, gracias. Prefiero quedarme con...—Señaló a Spock con un ligero ademán de la mano.

—Está bien, Nyota, no existe ningún inconveniente, puedes ir con ellos.— Replicó el Vulcano desde su sitio, aún sin mirarla al rostro, como perdido en la inmensidad de sus pensamientos.

—Pero quiero quedarme contigo.

—En estos momentos me encuentro inmerso en un intrincado dilema de índole muy personal y necesito... meditar un poco. Me temo que no seré una agradable compañía.

—Vamos, señorita Uhura, busquemos algo de beber.—Intervino Scotty, sonriéndole a la joven para luego guiñarle un ojo. —Le hará bien.

Nyota miró a Scotty y luego a Spock. Este aun tenía esa expresión en su rostro, la que mostraba desde que había noqueado a Khan: ajena, lejana, más seria e inexpresiva de lo acostumbrado. Era obvio que lo que el Vulcano deseaba era un momento a solas, lo más que pudiera estar en un lugar tan concurrido como lo era el hospital de la Federación. La chica se mordió el labio, renuente a dejarlo, pero al final terminó cediendo pues a pesar de todo sabía que la mejor forma de ayudarlo era dejándolo solo.

—Te traeré un té de especias. —Susurró antes de alejarse en compañía de los demás. Spock ni siquiera respondió.

Se acercó a las sillas de la sala de espera y tomó asiento. Repasando en su mente lo que acababa de ocurrir, tanto en la nave como en la ciudad.

La forma en que había perdido el control.

Recordando lo que había experimentado, los acontecimientos que acababa de vivir. Es verdad que la situación en la que se encontraron fue angustiante. Iban a morir calcinados si no conseguían reactivar la energía del Enterprise y aunque eso era suficiente para aterrar a cualquiera, era obvio que el dominio de sus emociones le permitió mantenerse con la cabeza fría, centrado y ecuánime para poder actuar como fuese necesario por el bien de la tripulación. Y pese a sentir incertidumbre y temor durante esos instantes, aún así ese miedo a la inminente y casi segura muerte no se comparaba en lo absoluto a la extraña sensación de angustia y ansiedad que le embargó cuando el núcleo se volvió a activar y sobre la cual, aunque sentía que le carcomía, mantuvo el control como buen Vulcano.

Pero aquel control y ecuanimidad se fueron al demonio cuando el señor Scott llamó desde Ingeniería. Pues al escuchar que solicitaba su presencia con aquella premura y al notar la angustia en su voz, sintió que aquella ansiedad le empezaba a dominar nuevamente impulsándolo a levantarse de un salto y salir corriendo con desesperación, como si la vida se le fuera en ello y, la verdad, realmente sentía que así era.

Tanto así que en su carrera casi derribó a Nyota y ni siquiera le importó.

Y aquello fue peor cuando vio a Jim tras el cristal. ¡El deseo de abrir la puerta y sacarlo de ahí fue tal que casi le hace perder el juicio! Saber que no podía hacerlo le hizo sentir impotente y el que no pudiese hacer nada prácticamente lo destruyó.

Pero realmente lo más terrible fue acercarse y verlo al borde de la muerte; moviéndose con lentitud, hablando con esfuerzo y respirando con dificultad. Esa imagen le estremeció, le dolió... James Kirk estaba muriendo y eso le dolía...

Sí... era así... ver a Jim morir le estaba doliendo más de lo que habría imaginado jamás. No era como si viera sólo a un Capitán y colega perder la vida, pues había estado junto a Pike durante su transición y aunque fue el momento terrible de una persona apreciada, la única forma en que había experimentado la angustia fue al hacer la fusión mental.

Para nada se parecía a lo que sintió con Jim.

Con él no necesitó una fusión para sentir su angustia pues el simple hecho de verlo agonizar le era suficiente para entenderlo... No... No sólo para entenderlo, sino casi para compartirlo. La sensación que le acompañó desde el puente fue aún mayor en ese momento, y a cada palabra, a cada resuello, el dolor en su pecho y el miedo lo invadía nublando su mente racional y haciéndole actuar sólo por sentimientos. Fue por eso que comenzó a llorar sin poder evitarlo; la impotencia le torturaba deseando de nuevo poder romper el cristal y llevar a Jim a un lugar seguro, resguardarlo de todo y de todos, en algún lugar donde la muerte no pudiera alcanzarlo.

¡Qué ilógico!

Y cuando Jim posó su mano sobre el cristal, unió la suya sin pensarlo, sintiendo una terrible decepción al sentir el frío tacto del vidrio templado en lugar del calor humano y el contacto con su piel. Y en el último momento... Ver sus ojos perdiendo su brillo habitual, la vivacidad y energía que siempre solían irradiar. Spock siempre había apreciado la nobleza del katra de aquel hombre con sólo observar sus ojos y ahora aquello se había ido dejando atrás sólo un vacío cascarón.

Y fue en ese momento cuando ocurrió. Parecía que su cordura pendía del mismo frágil hilo del que pendía la vida de Jim y al irse hubiese perdido una parte importante de sí mismo, Jim al marcharse se había llevado todo de él; su raciocinio, su existencia, su vida, ¡todo!

Sintió un terrible golpe al exhalar Jim el último aliento. En ese momento una parte de él se quebró totalmente dando paso a la rabia y la desesperación más pura la cual tomó completo control de él. El dolor lo llenó, aún más terrible, fuerte, agudo, como si le hubiesen arrancado algo de sí mismo, como si le hubiesen arrancado el corazón y la mente de un sólo tajo haciendo hervir su ancestral sangre guerrera, estallando en un grito de furia.

Lo demás, ahora que intentaba recordarlo, era borroso. El poco razonamiento que tuvo le hizo ir al puente y tratar de averiguar si aquel monstruo seguía en la nave, si podían transportarlo al Enterprise. Al escuchar la negativa su ira aumentó, pero saber que podían llevarlo a él a donde estaba, no sólo le dio algo de consuelo, sino que incrementó su ansiedad, su furia y su rabia. Se giró a ver a Uhura más por inercia que por pedir un permiso y salió del puente con una sola idea en la mente.

¡Matar al maldito bastardo!

Llegar a la ciudad y verlo a la distancia terminó por desatar a la fiera cazadora en él. Las ansias de matarlo superaron toda lógica que pudiera quedarle dejándolo como un ser totalmente irracional movido sólo por el instinto, el dolor y la sed de venganza; deseando acabar con Khan y que de paso aquella pena se fuera con él, sólo eso lo haría parar, sólo eso detendría esa avalancha de emociones malditas que le estaban destruyendo y volviendo loco.

Excepto que cada golpe que le propinaba no le daba paz, al contrario, aumentaba su furia, su ira y su sufrimiento ahogándolo más en la pena que lo estaba consumiendo y que lo había transformado en aquella bestia salvaje sin lógica y sin dominio de sí mismo. Aquello al parecer sólo acabaría con la muerte de Khan seguida por la suya, consumido por el dolor,

Pero no fue así, para su sorpresa todo aquello se detuvo cuando Nyota mencionó a Jim y que aún podían salvarlo.

¿Por qué? ¿Por qué verlo morir había desatado esa pena indescriptible en él y la esperanza de salvarlo había puesto un alto a la locura? ¿Por qué James T. Kirk le provocaba tanto desorden como control en sus emociones?

Además estaba aquella sensación, eso que sintió antes de que Scotty lo llamara a ingeniería, había sentido un llamado a nivel mental y ahora sabía quien había sido.

Había sido Jim.

Es verdad que se quedó en la Flota impulsado por el consejo de su yo futuro, permaneciendo, porque según él, eso le deparaba cosas tan grandes que simplemente no podía dejar pasar, y conforme pasaba el tiempo, se daba cuenta de la razón que su alter ego había tenido. Hablando específicamente del ámbito profesional, permanecer en la Flota Estelar y en el Enterprise le había otorgado oportunidades de expansión en sus conocimientos que la Academia Vulcana de Ciencias jamás le habría brindado.

Pero, a nivel personal había sido aún mejor. Su convivencia con la tripulación, aunque no lo manifestara abiertamente, le dió el privilegio de pertenecer a una familia, y, conocer mejor y más a fondo a James Tiberius Kirk; esa había sido la mayor dicha de todas.

Un momento... ¿dicha? ¿En verdad había pensado en esa palabra?

Se llevó la mano a la cabeza, sintiéndose aun más aturdido. Era obvio que aun no se sobreponía del arranque de emociones de hacía unas horas, pero que su mente eligiera de entre todas aquella palabra fue toda una revelación.

Pero debía admitir que era una palabra lógica, porque justamente así había sido el conocer y tratar a Jim.

¿Su impresión inicial del joven capitán? Era el peor de los gamberros, un tramposo sinvergüenza, aparentemente sin escrúpulos que no parecía tener el más mínimo reparo en poner de cabeza al universo entero si con eso conseguía lo que quería; eso le hacía pensar de él lo peor.

Pero después de la primera misión, donde todos sus esfuerzos por muy locos e ilógicos que hayan sido, fueron enfocados únicamente en el bien de la tripulación y la Tierra misma, su concepto sobre Jim Kirk cambió por completo, y el trato diario en el puente y en el trabajo, en las misiones posteriores y en cada momento que compartieron dentro y hasta fuera del Enterprise (cuando esas raras ocasiones se daban) le mostraron que aquella primera impresión había sido sólo una pantalla.

James Kirk era muy diferente de aquello que quería hacer creer a los demás y que detrás de ese canalla cara dura al que algunos tachaban como "niño bonito con suerte" por ser nombrado Capitán a su edad, en verdad existía el más... humano de los humanos; una persona noble y dulce que era capaz de darlo todo por todos, que siempre buscaba la forma de resolver una situación, por muy difícil que esta fuera, de modo que no dañara a nadie.

Incluso si ese alguien que pudiese salir lastimado era el que provocaba el dilema en cuestión, como el Oficial Gary Mitchel al ser poseído por aquella fuerza extraña que le dotó de poderes increíbles haciéndole perder la cordura en el proceso y poniéndolos a todos en total peligro.

Jim había intentado salvarlo y salvarlos a todos, y cuando no fue posible, cuando no quedó otra alternativa, eligió sabiamente, pero no por eso significaba que no sufriera por la decisión tomada, dejando ver ahí su corazón.

Sí, esa fue la primera vez que compartió un juego de ajedrez con él. La pena en sus ojos era tan palpable y ese silencio en el que se había sumido, más la tristeza reflejada en su rostro... era algo que no... algo que simplemente no podía soportar, ahora lo sabía, ahora que era sincero consigo mismo lo entendía; en esa ocasión fue a verlo y le propuso aquel juego para animarlo porque no soportaba la idea de que Jim hubiese perdido ese maravilloso brillo en sus ojos.

Y después de eso todo se fue dando de manera natural. Los juegos cada noche, los almuerzos juntos (momentos en los que incluso olvidaba reunirse con Uhura), las conversaciones que empezaban de la manera más casual y que podían comprender una infinita variedad de temas, tanto los más inusitados e intrincados debates científicos hasta las más inverosímiles anécdotas y bromas que, en honor a la verdad, realmente le alegraban aunque su estoico semblante no lo reflejara jamás.

Y a eso había que añadir que sí, la gente del Enterprise se había convertido en su familia, pero sólo porque Jim se había esmerado en integrarlo a ella, en integrarlos a todos.

…l era quien le hacia convivir más con el doctor McCoy, —quien no se cansaba de llamarle "duende"— y con quien ha tenido los mejores debates técnicos y no técnicos.

Ya conocía a Pavel y a Hikaru, pero para él no eran Pavel y Hikaru, eran el Alferez Chekov y el Teniente Sulu, y aunque aún seguía sin llamarles por sus nombres, aunque aun se dirigía a ellos como Señor Chekov y Señor Sulu, aun así, pese a eso, ahora los veía como Pavel y Hikaru, amigos en los qué confiar.

Y a ellos debía añadir a Scotty, Keenser, Giotto, Hendorff (Cupcake como le llamaba Jim) y todos los demás miembros de la tripulación que, aun en un momento de tragedia en el que debían buscar la supervivencia, decidieron quedarse a su lado y rechazar la oferta de vida que les había otorgado.

Porque todos eran familia.

Y eso era por Jim, por ese chico loco que los había unido a todos, por esa fuerza increíble que era y que los había transformado en una indiscutible y fuerte cadena en el que cada eslabón era importante.

Jim, quien en todos veía un amigo y que quería a todos por igual, Jim que tenía la virtud de tomar a tantas personas diferentes y hacerlas convivir sin importar esas diferencias.

Jim... quien se tomaba libertades con él, que no deberían tomarse con ningún Vulcano, quien invadía su espacio personal y le tomaba de los hombros o del brazo tan abiertamente y sin miramiento alguno.

Jim... a quien jamás le puso un alto por ese comportamiento, incluso hallándolo natural y reconfortante.

Abrió los ojos con gran sorpresa.

Por fin caía en la cuenta.

Su amistad con Jim... Todo este tiempo...

Su reacción ante su muerte; el dolor, la pena, su propia mente vuelta pedazos y la ira consumiéndole y amenazando con matarlo de sufrimiento, la sensación de haber sentido que le arrancaban una parte de sí mismo.

Ahora lo comprendía, ahora lo entendía todo.

No sólo era amistad lo que sentía por Jim...

Era...

Palideció, sintió que la sangre se le iba a los pies y su cuerpo desfallecía; bien podría ser aun los efectos de la adrenalina de hace rato.

Pero sabía que más bien se debía a esta gran revelación que acababa de hacerse a sí mismo.

Amaba a Jim... él significaba más de lo que pensaba, él era más importante en su vida de lo que imaginaba. James T. Kirk fue metiéndosele poco a poco en el transcurso de ese tiempo de una forma más profunda e íntima, más incluso de la que Nyota hubiese conseguido jamás.

Aquello que sentía por él no sólo era amistad... Era amistad sí, pero trascendía aun más allá llegando incluso al grado de familia y yendo a un nivel más arriba de hecho.

Lo que sentía por él era Amor.

Sintió que temblaba, de hecho habría sucedido si él hubiese sido un humano cualquiera, pero siendo mitad Vulcano y teniendo total dominio de sus emociones... lo más posible, logró contenerse y tranquilizarse; empezó a respirar profunda y pausadamente y encerrarse en sí mismo, meditando y poniendo en orden su cabeza.

No podía estar enamorado de él, no podía amar a James Tiberius Kirk.

No podía...

Y en verdad... ¿no podía?

Si lo veía con la lente de la verdad absoluta, como venía haciendo ese escrutinio fiel de sí mismo, ¿por qué razón habría de decir simplemente que no podía? ¿Qué lógica hallaba en eso?

¿Era lógico negar aquello que había quedado tan claro? ¿Era lógico rechazar lo que su mente, katra y corazón le habían revelado en ese acceso de furia y descontrol?

Debía seguir siendo honesto consigo mismo, debía ser incluso valiente y aceptar de una vez por todas esa revelación, aceptar su amor por Jim.

Por mucho que lo asustara.

¡Y vaya que lo asustaba, ya que era el sentimiento más intenso que había experimentado jamás!

Levantó la mirada y avanzó hacia el ascensor, mirando fijamente el botón que abría sus puertas.

En estos momentos Jim seguía allá arriba, por lo menos su cuerpo sin vida.

¿En verdad debía negar sus sentimientos ahora que lo había perdido? Negó con la cabeza y volvió a su lugar. No, no lo había perdido... ¡No podía perderlo! ¡No quería perderlo!

Y no debía negarlo más.

Sí, lo amaba, era la verdad y ahora la abrazaba con sinceridad, no la rechazaría de nuevo, ya no más. Y juraba por todo lo que fuera sagrado que si McCoy lograba salvarlo, si Jim volvía a la vida, él...

Y en eso recordó a Uhura.

Cuando la conoció, después de tratarla y convivir un tiempo juntos, había llegado a la conclusión que ser su pareja era una elección lógica.

Después de todo, Nyota era inteligente, fuerte, madura y capaz; entendía su cultura perfectamente y se había suscitado entre ellos un sentimiento que él consideró suficiente como para iniciar una relación con ella. Iniciar una relación romántica con ella parecía la decisión más lógica.

Y aunque el tiempo que habían pasado juntos había sido agradable, aunque todos esos años el afecto y cariño que se profesaban le pareció satisfactorio, debía aceptar ahora que no se comparaba en lo más mínimo a aquel sentimiento que acababa de descubrir. Estar con ella era más practicidad que emoción y eso no era justo para ella.

¿Cómo demonios afrontaría eso? ¿Cómo decírselo? Porque después de comprenderlo y aceptarlo no podía simplemente seguir engañándose y engañándola, no podía. Nyota era una buena mujer, una gran amiga y merecía la verdad.

Y la verdad es que no concebía continuar una relación romántica con ella cuando realmente amaba a alguien más.

Se sentó de nuevo en el lugar que había ocupado hacía unos instantes, cruzó los brazos sobre su pecho y volvió a respirar profundamente.

Habían muchas cosas que arreglar en su futuro (se preguntó si acaso su otro yo sabría todo aquello y si esa era la razón por la que le había empujado a quedarse en la Flota), tendría que romper un corazón esperando mantener una amistad, pero era necesario, se salvara Jim o no.

Y realmente esperaba que McCoy lograra salvarlo.

—Aquí tiene, señorita Uhura.

—Gracias Scotty. —La chica tomó en sus manos la taza de café que el escocés, con una enorme sonrisa, le tendía. Dió un sorbo pequeño y lo depositó sobre la mesa. —Está perfecto, muchas gracias... ¿cómo sabías que lo tomo con crema?

—Lo adiviné. —Replicó el otro, sonrojado. Había observado muchas veces a la joven en la sala de descanso como para pasar por alto aquel pequeño detalle.

—Pavel, se te enfriará el chocolate. —Advirtió Sulu al jovencito que yacía sentado a su lado, con el vaso lleno de la caliente y espumosa bebida entre sus manos y la mirada perdida en ella.

—Lo siento... —Replicó en un murmullo. Sopló ligeramente sobre el humeante líquido y luego dio un sorbo. — Voskhititel'nyy! (¡Delicioso!) — Exclamó, sonriendo, recibiendo también una sonrisa por parte de Sulu. —Aunque habrría sido marravilloso un poco de vodka. —

Sulu, aguantando la risa, le miró arqueando una ceja.

—No te preocupes, tengo algo mejor que eso. —Intervino Scotty, sentado al lado de Uhura, sacando de entre sus ropas una botellita metálica la cual agitó levemente con discreción frente a los sorprendidos ojos de los demás.

—¡¿Whisky?! —Exclamó Sulu en un susurro mientras Scotty asentía al tiempo que servía un poquito en su café.

—Así es, es mucho mejor que el vodka.

—Eso no es verrdad. —Refutó el ruso con un ligero puchero.

—Espero que no se den cuenta que metiste eso de contrabando. —Siguió Sulu, negando con la cabeza al tiempo que una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios.

—No creo ser el único que lo haga... Cuando tienes a un ser querido interno aquí en una situación grave, imagino que muchos necesitan un apoyo más fuerte que sólo la oración. ¿Quieren?

—Yo sí, por favor.

—¡Pavel!

—Lo siento, "Karru".— Musitó el chico.—Perro sabes que suelo beber incluso cosas más fuerrtes sin que me afecte en lo más mínimo.

—Lo sé... y creo que todos lo necesitamos ahora. —Admitió el japonés, rodeando los hombros del muchacho con uno de sus brazos y frotando suavemente uno de los brazos del chico con su otra mano. —Yo también quiero... pero sólo un poco.—Pidió con renuencia.

—Servido. —Dijo Scotty dejando un chorrito del ambarino líquido de su botella en los respectivos vasos de sus compañeros. — Señorita Uhura, ¿usted gusta?

—¿Eh? ¿Qué? No, no... gracias.

—No se preocupe, señorita, todo estará bien. —Agregó Scotty, mirándola y esbozando una confiada sonrisa. —Seguro el doctor McCoy conseguirá salvar a Jim.

—Lo sé... eso espero... lo sé. —Susurró la mujer, manteniendo el vaso de café entre sus manos y bajando la mirada.

La verdad, el éxito de McCoy no le preocupaba mucho.

No había que tomarlo a mal, es decir, ella sabía que si alguien lograba milagros en la nave, después de Scotty, era justamente el doctor McCoy. Si Leonard había insistido en recuperar al prisionero porque en él veía la clave para salvar al Capitán era por algo. ¿Cómo planeaba este rescatar a Jim de las garras de la mismísima muerte? Era algo que aún no comprendía, pero aunque sonara raro, confiaba en que él lo lograría.

No, eso no le preocupaba, de hecho, se sentía angustiada por otra cosa.

Spock.

Las acciones del Vulcano la tenían impresionada y confundida, era algo que jamás habría imaginado ver en él.

¿Por qué? ¿Por qué Spock había reaccionado así? No... debía ser sincera consigo misma, a aquello no sólo podía denominarséle como una simple "reacción".

Lo de Spock fue una total y verdadera pérdida del control y de todo su juicio y raciocinio como Vulcano.

¿Pero cómo? ¿Por qué? ¿A qué se había debido eso?

En el tiempo que tenía de conocerlo y de estar a su lado, ella se había esforzado por todos los medios posibles de hacerle reaccionar de mil y un modo distintos, logrando siempre la misma estoica respuesta, la del Vulcano sereno y firme en total control de sus emociones como lo dicta la doctrina de Surak.

Aun habiendo logrado ser su pareja, le costaba conseguir de él las reacciones comunes en un novio. No iba a decir que no fuera cariñoso... lo era a su manera y en privado, siempre de forma moderada. Con él había que aprender a descifrar los gestos y las miradas más ínfimas para así poder saber que sentía... y aun así era un arte que no terminaba de dominar; el ejemplo más perfecto de eso era que mientras ella se hallaba molesta porque creyó que a Spock no le importaba morir ni lo que ocurriría si eso pasase, en verdad él tenía todo un completo concepto distinto al respecto, que ni ella pudo sospechar ni él se molestó en compartir.

Y ese era sólo uno de tantos.

…l no solía ser efusivo, no parecía mostrar pasión aunque la sintiera, no expresaba abiertamente sus emociones porque obviamente el control y dominio total sobre ellas era la parte más importante de su formación y ella lo comprendía, de modo que había terminado por aceptar que jamás conseguiría de él mayores expresiones que las que ya le daba.

Pero esta vez...

Desde el puente, aquella salida intempestiva en la que casi la derriba, como si no la hubiera visto... o peor, como si lo que lo llevara fuera del puente fuera aun más importante que ella.

Lo siguió, pensando que lo que lo llevaba con tal urgencia era alguna otra emergencia de la nave que sólo él podía arreglar. Su sorpresa fue grande al ver que aquella emergencia era James T. Kirk.

Jim, el Capitán, el amigo de su novio.

El amigo por el que a veces la olvidaba en algunos almuerzos.

El amigo por el que a veces no iba a verla de noche, pues se enfrascaban ambos en sus juegos de ajedrez que ella simplemente se cansaba de esperar y se quedaba dormida.

El amigo por el que perdió el total control de sus emociones y casi mata a un hombre sin importarle las consecuencias.

¿Por qué? ¡¿Por qué James T. Kirk había logrado en él lo que ella no?! ¡¿Por qué Jim logró en Spock tal reacción de dolor y pasión que derivaron en un Vulcano sin lógica y sin juicio?!

Y lo peor de todo, ella apareció en aquel carguero... sus ruegos... sus ruegos no fueron suficientes para hacer que detuviera aquella golpiza constante en contra de Khan en la cual temía ella que lo matara, no.

No fue ella quien detuvo la ira de Spock y le devolvió la cordura, fue Jim.

Su nombre y el añadido de que había modo de salvarlo fue lo que obró el milagro, lo que hizo que Spock se detuviera y comenzara a serenarse, a recuperar el dominio de sí mismo.

¿Por qué el nombre de Jim obró el milagro y no ella? ¿Porqué se detuvo sólo al oír que podían salvarlo y no porque ella se lo pidió?

Y eso la llevaba a otro recuerdo... doloroso ahora que lo pensaba.

Cuando bajaron a Kronos, la luna Klingon, y ella bajó a hablar con el jefe de la patrulla él no lo impidió. Debía admitir que agradecía aquel voto de confianza de su parte y el hecho de que no intentara detenerla pues eso significaba que confiaba en su fuerza y habilidad.

Pero cuando aquel Klingon la tomó del cuello no fue Spock quien atacó a la patrulla para liberarla, de hecho había sido Khan.

Spock bajó después de la nave junto con Jim y el resto del escuadrón, y aunque ella estuvo en peligro de muerte, eso no provocó que su novio perdiera el control y se lanzara coléricamente a tratar de matar al Klingon que la había agredido.

¡Vaya! ¡Ni siquiera la muerte de su madre y de todo su planeta había conseguido esa reacción de Spock! …l, como siempre, pese al dolor había conseguido el dominio de sus emociones, sólo teniendo ese pequeño lapso de pena en el turbolift con ella, pero nada más. Nada de gritos, nada de golpes, nada del Vulcano convertido en fiera salvaje, todo aquello había sido relegado en pos de la tripulación con la estricta disciplina de Surak.

Si mostró su rabia y su dolor fue sólo porque Jim lo indujo, él y sus palabras atizando la herida como un chiquillo bravucón azuza con un palo a un avispero.

Jim... ¡Nuevamente Jim!

Y luego recordó... Spock le había dicho que dejaría la Flota para ir con su gente a buscar un planeta que colonizar, y pese a sus peticiones, él seguía firme con la idea; de modo que verlo aparecer en el puente fue una gran sorpresa para ella.

Y ella tontamente creyó que fue por los dos.

Y por un tiempo lo pensó realmente, pues la relación de ambos seguía igual; firme, constante, sin cambios.

Monótona...

Entonces Jim se acercó más a Spock y ambos comenzaron a tratarse más, y si bien al principio el Vulcano seguía manejándose como si el Capitán no fuera del todo apto, ella pudo notar que la relación de ese par iba cambiando poco a poco, tornándose en una extraña, pero sincera amistad.

Aquello le agradó, es decir, está bien; ella también creía que Jim era un patán con suerte, pero también le había quedado claro que tenía lo necesario para ser un buen Capitán y que no era tan "despreciable" como ella había pensado cuando lo conoció. El hecho de que Spock empezara a congeniar con él y a "tolerarlo" era bueno para el trabajo.

Que empezaran a ser amigos era mucho mejor.

Pero que Jim lo... "secuestrara" cada noche para jugar ajedrez o en cada almuerzo para poder continuar con sus charlas... eso ya era demasiado.

Y que empezara a invadir el espacio personal de Spock, eso era inconcebible.

La primera vez que vio que Jim se acercaba mucho a él pensó que Spock impondría los límites de su espacio personal con todas las explicaciones que ella recibió los primeros días como era de esperar.

Pero cuando notó que no sólo no lo limitó, sino que incluso aquella invasión pasó a toques ocasionales en el hombro o los brazos y que su novio no protestaba ni decía nada al respecto... simplemente no supo que decir ni cómo tomarlo.

Y sin embargo no le dijo nada a Spock, después de todo él era su novio, estaba a su lado, seguía con ella y no le había dicho que ocurriera nada malo, como estaba segura que pasaría si en verdad así fuera.

Spock seguía en una relación con ella, con los lineamientos de siempre, con el contacto de siempre, con las mismas restringidas emociones, pero al fin con ella.

Y eso era lo único que importaba.

Pero ahora... ahora no sabía ni que pensar.

Spock había perdido el control, había emergido de él el más bajo instinto de la furia ancestral Vulcana, Spock había dejado de lado la lógica y se había entregado a la ira después de un terrible grito de dolor.

Y no había sido por ella, sino por Jim.

Sintió un nudo en la garganta y tomó el café para intentar pasarlo aunque era en vano, seguía ahí.

Empezaba a sentir un vacío en su interior, como si poco a poco comenzaran a arrancarle algo muy preciado que había atesorado siempre.

Aunque quizá sólo era una idea suya, ¿no? No debía ser derrotista ni armarse castillos de humo sobre tragedias que no iban a pasar.

Porqué quería creer que no iban a pasar.

Eso no podía pasar.

Pero debía ser honesta, ¿Que Vulcano pierde el control de esa forma sólo por un amigo?

Y Spock debía estar haciéndose las mismas preguntas.

Negó con la cabeza y se llevó la mano a la sien para masajearla un poco mientras cerraba los ojos con cansancio. Se estaba haciendo un lío, Spock no la dejaría... ¿o sí?

¿O sí?

Y si no la dejaba, en verdad, si él se quedara a su lado, ¿valdría la pena?

Nuevamente, no había que mal interpretar... ¡Hablaba de S'chn T'gai Spock! Prácticamente un príncipe Vulcano, ¿y qué chica no querría vivir para siempre a lado de un príncipe?

Pero si se cuestionaba si valdría la pena era porque después de todo lo ocurrido, después de atestiguar como ese hombre perdía todo su ser por la muerte de aquel chico, era tonto creerse la total y única dueña de su corazón.

No sabía bien como tomarlo, si estaba exagerando y veía cosas que no eran, pero ese dolor reflejado en el rostro y las acciones de Spock le hacían pensar que su corazón le pertenecía a otro y que a pesar de que él no la dejara siempre se preguntaría si su mente estaba con ella o con...

Masajeó su sien con más insistencia. No, no quería pensar más en eso, quería creer que estaba exagerando y pensando de más.

Igual, después de todo como había dicho, quizás veía cosas que no eran, quizá sus celos le hacían imaginar tragedias que no iban a pasar.

Porque si estuviese pasando algo malo, Spock se lo diría.

—Señorita Uhura, ¿se encuentra bien?

—Eh... sí, Scotty, no te preocupes, me encuentro bien.

—Si le duele la cabeza puedo conseguirle algo, o tal vez le hiciera bien ir a dormir, no es necesario que se quede aquí.

—Gracias, pero no hay problema, no podría irme con todo lo que está ocurriendo.

—La entiendo... Bueno, quizá quien sí debiera irse es Chekov. —Agregó Scotty tratando de distraer a Uhura. La joven levantó la mirada y vio al muchacho reposando la cabeza en el hombro de Sulu.

—¿Yo? ¿Porr qué?

—Porque tienes un semblante terrible... y porqué ya pasó tu hora de dormir.

—Scotty. —Le riñó Sulu cuando Chekov pareció molestarse al oír ese comentario. El japonés estrechó más al joven ruso contra sí.

—No soy un niño. —Murmuró, guardando silencio y bajando la mirada.

— Lo siento, Pavel. —Dijo riendo el ingeniero. —No quería molestarte.

—No hay cuidado.

—¿Estás bien, Pavel? —Inquirió Uhura al notar el semblante aún más decaído del muchacho. Este asintió levemente.

—Sólo estoy un poco cansado, eso es todo.

—Pareces más que cansado. No te preocupes, el doctor McCoy ayudará a Jim. — Insistió el escocés con una gran sonrisa, tratando de animarlos a todos.

—Eso esperro... —Susurró el chico. A lo igual que Uhura, tenía la seguridad, más que la fe, de que el doctor McCoy, por muy inverosímil que pudiera sonar, encontraría la manera de salvar a Jim; contaba con eso y sabía que no se sentirían defraudados.

Era; sin embargo, otra cosa la que ocupaba su mente. Lo ocurrido en el puente.

La imagen que vio parado entre él y "Karu-chan", aquel chico de cabellos blancos, piel pálida y ojos de un azul intenso.

Como los de Jim.

Y el frío, no había que olvidar algo tan patente como lo fue el frío, una temperatura tan baja que incluso había escarcha en el piso del puente, la silla del Capitán y la puerta del turbolift.

Ese era Jack Frost... por increíble que sonara... ¡Ese era Jack Frost!

Pero... ¿por qué sólo él pudo verlo?

Porque eso parecía... daba la impresión de que sólo él lo había visto, que nadie más en el puente lo había notado.

Aunque, ¿y si no fuera así y los demás lo habían visto?

Los miró. No, no era probable que alguno de ellos se hubiese dado cuenta porque lo habrían mencionado. Tal vez no Scotty, que se enteró de lo ocurrido porque Karu-chan le había dicho, pero Uhura estuvo ahí y tampoco daba indicios de haber notado nada.

Y tampoco Karu, él sólo se había quejado del frío, pero no dijo nada de ver a un... guardián de la infancia en medio de ellos. Tal vez si preguntaba...

No. Desechó la idea de inmediato. Si así ya Scotty le estaba tratando como a un niño, ¿cómo sería si de repente empezara a hablar de que vio a Jack Frost parado en medio del puente de la Enterprise y dijera que el causante del frío había sido él? O lo mandan a dormir la siesta de nuevo o lo mandan con el doctor Shandir, el psicológo de la nave. Y vaya si Pavel le temía al hindú…

Tal vez lo último era lo más acertado, después de todo había escuchado la voz de Jim en el puente... eso era extraño.

Se acurrucó más contra Sulu, quien lo estrechó suavemente, ofreciéndole el hombro para su reposo. Scotty sonrió al verlos, mirando de reojo a Uhura que aún parecía algo turbada.

—Lo digo en serio, quizá les haga bien a los dos ir a descansar. —Dijo el ingeniero mirando a uno y otro.

—No... quizá sea mejor volver, tal vez ya haya noticias del Capitán. —Repuso Uhura poniéndose de pie y arreglándose la falda del vestido. —Iré... iré por el té de especias. —Se dirigió al mostrador de la cafetería mientras los otros se levantaban de la mesa.

Los cuatro comenzaron el camino de regreso a la sala de espera; nerviosos, anhelantes, pero cansados; esperando que quizá ya hubiese alguna buena nueva.

Uhura llevaba el vaso sintético con el té de especias vulcanas entre las manos, estrechándole un poco; tensa, sintiéndose como si fuera a enfrentarse a algo terrible, como si la llevaran al matadero.

Pero no debía pensar así, se dijo de nuevo, si pasara algo malo, Spock se lo diría.

Llegaron a dónde habían dejado al comandante esperando. Spock al verlos, con su mirada serenamente fija en Uhura, se puso de pie.

Y Nyota sintió de repente que la sangre se le bajaba dejando una sensación de vacío y escalofrío en el resto de su cuerpo.

Scotty abrió la boca para hacer una pregunta, pero el Vulcano se le adelantó.

—Nyota... ¿Podemos hablar?

—Se... seguro. —Susurró la joven sintiendo que la voz le salía muy apenas. Se alejó del grupo siguiendo a Spock hasta otro punto en la sala, alejado de los demás.

—¿Habrá ocurrido algo malo? —Inquirió Sulu, aun abrazando a Chekov de la cintura. Scotty, que miraba hacia donde los otros dos se habían ido, negó con la cabeza lleno de dudas, encogiéndose de hombros.

Al llegar a aquel rincón, Spock se giró para mirar a la joven Teniente. Respiró profundamente de manera imperceptible.

— Nyota... —Inició Spock y se notaba en su voz, pese a su tono neutro y en su rostro el cual trataba de mantener impasible,que aquello le estaba costando demasiado. — Tras meditarlo y hacer un análisis intenso sobre lo ocurrido hace unas horas, mientras la nave caía a la Tierra, he llegado a la conclusión de que yo...

— Amas a Jim. — Sentenció la chica secamente. Aquellas palabras cayeron sobre Spock como un certero golpe.

—Afirmativo. —Repuso unos segundos después, mirándola. Su rostro seguía impasible, pero en sus ojos se reflejaban más emociones de las que Nyota hubiese notado nunca.

Aturdida por aquella visión, la joven giró el rostro hacia otro lado, además, sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas y no quería que el Vulcano las notara.

— Lo sabías... — Murmuró Spock. Nyota asintió levemente.

—Lo deduje... apenas hace poco, supongo que me cegué y no quise ver las señales antes, pero ahora fue difícil no hacerlo. —Musitó la muchacha, luego se giró a verlo de nuevo. —Lo mismo te pasó a ti.

—Así es. —Replicó el otro y ambos guardaron silencio.

—¿Por qué me lo dices ahora?

—Sé que no es el momento más adecuado, pero consideré que al haber llegado a tal conclusión no era lógico seguir... hacerte perder el tiempo, así como no era correcto dejar que te preocuparas por mí. —Dijo, mirando el té que ella traía entre las manos.— Haber guardado esta información habría sido el equivalente a engañarte, yo... no quería hacer eso.

Uhura bajó la mirada, luego giró el rostro hacia un lado; nerviosa lo giró hacia el otro con impaciencia y luego volvió a mirarlo a él.

—¿Y eso es todo? —Soltó un poco más duro de lo que hubiera deseado hacerlo. Spock, aun reflejando aquella gran pena en su mirada, asintió.

—Lamento mucho lo que te estoy haciendo pasar. — Agregó él con verdadero pesar. —Pero, como te lo he manifestado, sólo quiero evitar que desperdicies tu tiempo a mi lado cuando...

—Cuando no puedes amarme como a él, sí, ya entendí la idea.

—Nyota, yo...

Ella le indicó con la mano que parara y negó con la cabeza. Spock obedeció, guardando silencio, sin dejar de mirarla.

—¿Y qué harás ahora? — Volvió a hablar la joven después de unos segundos de incómodo silencio. —¿Estarás con él?

—El hecho de que tenga estos sentimientos por Jim no implica que él los comparta, por lo que no es probable que él y yo...

—Los comparte. —Le interrumpió ella con un poco más de serenidad. —Lo he notado... él te corresponde.

Un silencio de medio minuto. Tenso, expectante.

—Nyota...

La chica volvió a negar con la cabeza, sus ojos se hallaban casi desbordando las lágrimas.

—Está bien, Spock. Lo entiendo perfectamente... Y te agradezco tu sinceridad... también te agradezco los buenos momentos.

—Yo...

—Lo sé, lo entiendo, no querías lastimarme... lo sé... y no querías que perdiera más el tiempo o me preocupara por ti y te lo agradezco. Sólo una cosa... Es probable que lo primero lo hayas conseguido, pero no lo segundo... Jamás dejaré de preocuparme por ti.

La chica esbozó una triste sonrisa y dio la media vuelta, alejándose del lugar. Spock se quedó quieto en su sitio, respirando profundamente. Quería ir con ella y consolarla, ayudar con su pena, pero entendía perfectamente que siendo el causante de la misma aquella idea estaba totalmente fuera de lugar.

Nyota atravesó la sala dónde los otros estaban y se dirigió a la puerta de entrada del hospital sin hacer caso a los llamados de Sulu, Chekov y Scotty que deseaban saber que le ocurría. La joven no detuvo su paso hasta que se encontró afuera del edificio, arrojó el té de especias a un basurero y luego por fin se soltó a llorar dolorosamente.

—¿Se... señorita Uhura?

La chica giró el rostro hacia el lugar de donde provenía la voz, encontrándose con Scotty quien la miraba apenado e intrigado.

—¿Qué le pasa? ¿Se siente mal?

Nyota volvió a romper en llanto, llevándose las manos al rostro.

—Spock... Spock... terminó conmigo...

—¡¿Qué?! Pero... ¿por qué? —Soltó Scotty sin comprender.

—…l... él ama a otra persona... —Sollozó la chica, descubriendo su cara nuevamente. —Me ha dejado por un rubio. —Murmuró, soltando una risita y tratando de bromear con el asunto, aunque su sonrisa se perdió nuevamente mientras Scotty la miraba compartiendo su dolor. La chica volvió a hundir el rostro entre sus manos soltando un gran y profundo sollozo lleno de todo el dolor que sentía.—¡Me ha dejado por alguien más! ¡Y lo peor es que no puedo odiarlo porque a ese alguien también lo quiero mucho! —Exclamó entregándose por fin totalmente al llanto.

—Ya... tranquila... —Susurró el ingeniero, acercándose a ella, rodeando sus hombros con sus brazos y permitiendo que la joven se apoyara en su hombro, lugar en el cual duró un buen rato desahogando su dolor. Scotty acarició suavemente el cabello y la espalda de la chica para confortarla. —Todo estará bien, todo estará bien.

Nyota ocultó su rostro en el hombro de Scotty por un largo rato; los sollozos profundos convulsionaban levemente su cuerpo y sólo conseguía relajarse gracias a las cálidas manos del escocés. Después de varios minutos, cuando el llanto comenzó a ser menos y se sintió lo suficientemente fuerte, se apartó un poco de él, esforzándose por esbozar una sonrisa.

—Gra... gracias, Scotty... lo necesitaba. Lo lamento, te dejé el hombro empapado.

—¡Nah! Olvídelo, señorita Uhura, para un ingeniero siempre es bueno un poco de agua. —Bromeó el hombre tratando de animarla. —¿Desea que la acompañe a su casa?

—La verdad si aun tienes algo de whisky te lo aceptaría muy agradecida.

—Sí, aún tengo algo, pero créame señorita, hay problemas en los que es mejor no mezclarlo, luego resulta peor el remedio que la enfermedad. Venga conmigo, conozco una cafetería muy agradable y no muy lejos de aquí. Sirven un Earl grey muy bueno, ¡increíble hallar algo así de este lado del mundo! —Exclamó alegremente arrancando de la joven una sincera sonrisa, tomándola de la mano y emprendiendo el camino al mencionado lugar.
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