Capítulo IV
Jim... o mejor dicho, Jack, bajó de la Enterprise siguiendo al equipo de McCoy que llevaba el crio-tubo con su cuerpo inerte e ingresó junto con ellos al hospital de la Federación.
Se sentía confundido, ya que supuestamente llegado ese momento, él simplemente debía irse. Habiendo cumplido la misión impuesta por Destino y Fortuna, habiendo acabado con ese ciclo de sus encarnaciones humanas que debía vivir para que las grandes entidades le dejaran en paz, no había nada ya que le atara a ese lugar y podía regresar a sus deberes como Guardián.
Pero no era tan sencillo, no ahora.
Es verdad que ingenuamente, o mejor dicho, por la rabia que sentía en aquel momento en que aceptó aquella injusta imposición, consideró que sólo era cuestión de llegar, cumplir y regresar lo más rápido posible y eso era lo que ansiaba de todo corazón.
Pero jamás se detuvo a meditar seriamente lo que conllevaría ser humano; la gente que conocería, trataría y llegaría a amar tanto como a su familia espiritual. Es verdad que por desgracia en su infancia había vivido cosas que le hicieron no sentirse tan apegado a su familia cosanguínea, es más, las malas experiencias crearon un desapego que dolía y que le hicieron desviarse del buen camino muchas veces.
Pero la Flota Estelar, Pike, el Enterprise... Ahí había conocido de nuevo lo que era el amor fraternal, el calor de un hogar, la preocupación de unos por otros más allá del deber. Ahí había encontrado a quienes amar tanto como a los Guardianes. Ahora que había recobrado sus memorias sintió la nostalgia por Norte, Bunny, Tooth y Meme, y lo que más quería en ese momento era llamar al Viento del Norte y salir volando hasta el Polo para abrazarlos de nuevo, pero…eso significaba despedirse por completo de su tripulación, de la gente que también había llegado a amar; McCoy y su amor fraternal siempre envuelto en esa seudo severidad y mal carácter, Scotty y su alegría, Chekov y su inocencia, Sulu y su elegante picardía, Uhura y su amistosa rivalidad...
Spock, quien pese a su adusta personalidad y su rectitud, pese a aquel odio que parecía manifestarle cuando se conocieron (raro en un Vulcano, pero Jim... Jack, al principio tuvo esa sensación), se convirtió en uno de sus mejores amigos.
Alguien tan preciado, tanto que él llegó a sentir algo más por el Vulcano.
Y también estaba Selek, la versión mayor de Spock, aquel hombre que siempre tenía para Jim una sonrisa y un consejo para cuando lo necesitara.
No, simplemente no podía irse, no así, no era tan fácil.
Aunque por ahora sí había algo que quería hacer, ver a Spock. El perder el control de sus emociones no era algo sano para un Vulcano, según sabía él, y el haber visto a su amigo en aquel total descontrol le había dejado preocupado por su bienestar. Deseaba ir a verlo en lo que decidía que era lo que debía hacer después.
Sin embargo, el equipo médico había seguido su traslado hasta llegar al piso superior con Jack detrás de ellos. McCoy había llamado previamente al doctor Geoffrey M'Benga, un ex compañero de la facultad que trabajaba en el hospital de la Federación, pidiéndole que preparara un piso exclusivamente para el tratamiento del Capitán del Enterprise, lo cual se le concedió gracias al prestigio y confianza de la que gozaban los miembros de la tripulación después de haber salvado a la Tierra.
M'Benga había cumplido cabalmente habilitando dicho lugar con todo lo que el equipo pudiera necesitar para una larga estadía. Bones, al llegar, dio la orden de cerrar dicho piso una vez que habían ingresado y Jack, sumido en sus pensamientos, no se dio cuenta de la orden hasta que ya fue muy tarde. El aislamiento incluía que ninguno de los que habían entrado en el piso, incluyendo los miembros de seguridad, que eran requeridos por si Khan despertaba, podían abandonar el lugar bajo ninguna circunstancia.
Eso quería decir que Jack no podía salir de ahí aunque quisiera, pues requería que alguien usara los ascensores para poder usarlos él también o abriera una ventana para poder escabullirse por ella, y era obvio que nada de eso iba a ocurrir.
Molesto por ser víctima otra vez de su distracción, estuvo a punto de golpear la pared de nuevo, pero se contuvo; si no quería terminar convirtiendo el lugar en una hielera tendría que empezar a dominarse.
Por lo visto, no le quedaba de otra más que tomar asiento y esperar a lo que tuviese que pasar.
Es así como las horas comenzaron a pasar. Jack, sin tener otro lugar a donde ir, se quedó en el piso y observó el incesante vaivén del equipo bajo el mando de Bones quien, tras asearse, se colocó los guantes de látex con la ayuda de una de las enfermeras y comenzó a trabajar sin descanso, empezando por extraer de Khan una gran cantidad de sangre, casi como si pretendiera dejarlo seco.
Al principio Jack no comprendía que era lo que pretendía el doctor, ¿para qué iba a servirle desangrar a ese hombre? Después, poco a poco volvió a su mente aquel momento antes de iniciar esa loca misión de asalto hacia la nave de Marcus, cuando habló con Khan en la enfermería y Bones estaba inyectando la sangre de ese súper hombre en aquel tribble muerto.
Si no mal recordaba, su amigo quería saber qué efecto tendría esta sangre, que se regeneraba de manera prodigiosa según él, en un huésped necrótico... eso significaba...
¿Acaso había tenido un resultado extraordinario?
Era obvio que sí, si no Bones no estaría perdiendo el tiempo de todos y los recursos de la Federación experimentando con algo como eso, sin una base en que sustentarse, y aunque Jack dudaba que tal milagro pudiera producirse en un cuerpo humano, aún así McCoy parecía no querer ceder y seguía trabajando en ello, poniendo su mayor esfuerzo. Verlo ahí, luchando a brazo partido, inclinado sobre la mesa del laboratorio, sobre todos aquellos instrumentos, le conmovía profundamente, sobre todo cuando al mirar por una de las ventanas cercanas podía ver claramente como el cielo comenzaba a oscurecerse; habían llegado desde medio día, ahora el sol se había ocultado y Bones no había parado de trabajar.
Giotto y el doctor M'Benga, habían organizado a los guardias y enfermeras, formando dos grupos de cada uno para tomar turnos de trabajo, de modo que pudieran estar al pendiente del tratamiento y del cuidado del prisionero todo el tiempo a la vez de que pudiesen descansar; sin embargo, McCoy continuaba con su trabajo de corrido y sin admitir distracciones de nadie; incluso Geoffrey, al insistir a su amigo que durmiera un poco y le permitiera continuar a él, recibió del testarudo Bones una serie de gruñidos con su característico acento sureño que parecían sonar a algo similar a "déjame en paz"; a Geoffrey no le quedó más que suspirar y dejar que su colega continuara su labor, aunque siempre al pendiente por si debía asistirlo.
Jack se hallaba apenado y conmovido por aquel tierno cabezota de gran corazón. Sabía que Bones era un gran amigo y que le apreciaba más de lo que abiertamente aceptaría, pero aquello daba testimonio de un cariño aún mayor al que imaginaba o suponía. Habría deseado que él pudiese oírlo o que si lo tocaba no le traspasara como era obvio que ocurriría si lo intentaba, pero, si tan sólo pudiera hacerlo le insistiría en que durmiera un poco, pues el cielo ahora sí estaba totalmente oscuro y plagado de estrellas y la mayoría del equipo ya daba muestras de cansancio mientras se preparaban para el primer relevo. Jack pensaba que quizá él sí habría logrado convencer al testarudo médico de dormir unas cuantas horas... Aunque, bueno, se trataba de Bones, seguro le habría gruñido algo como a los otros, pero rematándolo con un"¡maldición!" Jack suspiró esbozando una tierna sonrisa.
No estaba seguro si aquello daría resultado, si el trabajo de Bones daría sus frutos; después de todo el cuerpo humano y el cuerpo de un tribble distan mucho de trabajar de la misma forma y por ende de reaccionar a las mismas influencias, pero la forma en la que McCoy se entregaba a la tarea, destilando la sangre de Khan, creando un suero puro y trabajando con el cuerpo de Jim ya que este había sido muy irradiado, le hacía pensar que así abrieran una ventana o alguien saliera del piso, él permanecería ahí hasta el final.
Se lo debía a su querido Bones.
XxXxXxXx
Habían pasado algunos días desde el ingreso del equipo médico al hospital.
Y todos esos días McCoy había estado prácticamente sin descanso y tomando sólo breves bocados de comida, de vez en cuando para sostenerse.
Aquello preocupaba mucho a Jack. Entendía los deseos de Bones, pero no quería que se excediera de ese modo. Debía descansar, comer bien, dormir, ¡eso era primordial!
— ¡Por Dios, Bones, eres médico, no un chiquillo! ¿Acaso no tienes un poco de conciencia?— Rumiaba el muchacho mientras se paseaba alrededor de un Leonard muy agotado, con barba de días, círculos negros bajo los ojos enrojecidos y algunos gramos menos que, por... sabrá dios que número de ocasión, repasaba el tratamiento del cuerpo irradiado de Jim en lo que iba de la semana.
Las células de este habían, obviamente, resultado muy afectadas, por lo que una sola aplicación del suero hecho con la sangre de Khan no había obrado el milagro inmediato que había hecho en el cuerpo del tribble. Por suerte, Bones se había hecho de una gran cantidad de sangre y por ende de mucho suero para tratar a Jim, por lo que día a día aplicaba una dosis nueva con la esperanza de lograr resultados.
Y esos se daban, sí, pero de manera lenta. Después de cada aplicación, McCoy corría los escaneres sólo para verificar que tanto daño había logrado reparar, decepcionándose al ver que aun quedaba mucho camino por recorrer.
Pero lo único que le hacía no desistir eran los pequeños progresos; esos porcentajes mínimos de restauración en las células que aparecían tras los exámenes diarios, eso era lo que le hacía sentir que iba por buen camino y que no debía perder la esperanza.
Bones revisó nuevamente el procedimiento, faltaba un quince por ciento del suero en ser introducido en el cuerpo de Jim para terminar el proceso por ese día.
Trece por ciento, siete por ciento, un poco más y acabarían por ahora, le haría los exámenes y...
Cero por ciento, el proceso había terminado.
McCoy corrió los escaneres revisando por completo a Jim, al terminar el examen el aparato arrojó casi el mismo resultado.
Faltaba un sesenta por ciento de radiación por ser eliminada. Había progreso, pero mínimo.
Enfurecido, Bones botó el escaner al piso haciéndolo estrellarse de manera estruéndosa. Nadie se acercó a preguntar que había ocurrido; el doctor McCoy había tenido ya muchas explosiones de frustración y sabían que de asomarse, sólo serían el nuevo blanco de su ira, por lo tanto, alejados esperaban que se le pasara como de costumbre.
Se sentó en la silla del escritorio que tenía en la habitación, cerca de la cama de Jim; se pasó la mano por el rostro cansado y miró a su muy querido amigo.
Sintió un nudo en la garganta. Era increíble, tenía ya un suero prácticamente milagroso en las manos, algo que podría traer a ese idiota de vuelta, ¿por qué no estaba funcionando?
Estaba consciente de que Jim, por muy básico y enano que fuera, no era un tribble, su cuerpo estaba muy afectado, era obvio que necesitaba mucho más cantidad de suero y tratamiento que aquella bola peluda.
Pero... ¿Y si ni así lo conseguía? ¿Y si el resultado con el tribble no era viable en un cuerpo humano? ¿Y si sólo se hacía ilusiones que acabarían en una pérdida de tiempo, falsas esperanzas y decepción para todos?
¡Aquello era simplemente estresante!
Siguió masajeándose el puente de la nariz con los ojos cerrados. Sentía la cabeza pesada, punzante por el dolor que la tensión le estaba causando; tal era la sensación que sin darse cuenta terminó apoyando los brazos sobre el escritorio, luego la cabeza y rápidamente se quedó dormido.
Jack le observó exhalando un suspiro de alivio, aquello al menos le haría bien. Sonrío y se sentó a los pies de la cama dónde se hallaba su cuerpo, mirando el rostro que había tenido durante más de veinte años.
Mirándolo bien, no había mucha diferencia de su rostro espiritual al rostro humano, es decir, era realmente una versión adulta de sí mismo; salvo el cabello, claro. Jack podía jurar que si no hubiese acabado ahogado en aquel lago, si hubiese llegado a ser mayor en su tiempo, se habría visto justamente así, en verdad no había mucha diferencia.
En eso escucho un ruido y se giró. McCoy parecía haberse quejado. Jack bajó de la cama y se acercó, observando detenidamente. ¡Sí! ¡Ahí estaba! Un nuevo sonido de parte de Bones, una especie de quejido y luego para su sorpresa, una agitación inesperada. Bones movía levemente la cabeza y los brazos como si tratara de huir de algo, como si quisiera ahuyentar algo que no quería ver.
Era como si estuviese teniendo una...
— ¡Pesadilla! — Susurró el muchacho.
— Hola, Frost.
¡Esa voz! Jack dio un respingo y se giró hacia el rincón de la cual había surgido. Notó como las sombras de dicho lugar se alargaban de manera siniestra, ocupando más espacio en la habitación, tomando una forma por él ya bien conocida: alta, delgada, de facciones humanas, de nariz aguileña, hombros estrechos, brazos largos y delgados; un par de siniestros y brillantes ojos blancos destellaron entre aquella penumbra y una sonrisa tétrica se dejo ver por debajo de ellos.
— ¡Pitch! — Siseó el chico, mirándolo fijamente en postura defensiva.
— Vaya, cuánto tiempo... El famoso Jack Frost por fin se deja ver en esta parte del mundo.
— ¡¿Qué haces aquí?!
— ¿No es obvio? Sabes lo que para mí es el miedo, ¿y en qué lugar hay más miedo y temor que en los hospitales?
— Veo que no has cambiado nada, sigues siendo el mismo parásito de siempre— Replicó el muchacho, cruzándose de brazos y mirándole con enojo. Pitch, se giró a verlo con la furia reflejada en los ojos; de repente pareció alargarse tanto hasta quedar cara a cara con Jack quien, impactado, dio un paso hacia atrás.
— ¡Eso no será por mucho, Frost, te lo aseguro!
— ¡Oh! ¿En serio? Llevas diciendo eso por siglos, ¿No esperarás que ahora sí me lo crea, verdad?
Pitch rió.
— En verdad, extrañaba tu insolencia, aunque obviamente nunca estuve muy lejos de ti.— Dijo, echando un vistazo al cuerpo sobre la cama. — Debo decir que justamente tú me brindaste los mejores años de alimento que he tenido en toda mi eternidad; la granja, las escapadas, Tarsus IV [1]... ¡Gracias! — Añadió con una exagerada reverencia burlona. Jack le miró con furia.
— Deberías largarte de aquí, no te conviene quedarte. — Le espetó secamente.
— ¿Que no? ¿En serio? ¿Cuando aquí hay tanto que disfrutar? ¿Con tantos temores que probar y asimilar? - El Boogeyman inhaló profundamente, irguiendo la cabeza, cerrando los ojos y esbozando una siniestra sonrisa macabra. — ¡Aquí hay tanto que si no fuera por él no sabría por dónde más comenzar!
— ¡Déjalo en paz! — Siseó Jack con ira, mirando fijamente a Pitch. Este abrió los ojos y le miró, aun sonriente.
— ¿Sabes cuál es su mayor miedo? ¿Lo sabes? ¡Hay tantos en él! Desde los más irracionales hasta los más profundos. ¿Conoces algo de su pasado, Jack? ¿Cuál es su mayor dolor, el que le causa más culpa? Justamente ese es el que da base a este temor que siente ahora y que me ha atraído aquí como ningún otro en este lugar.
— ¿Qué estás diciendo?
Pitch esbozó una sonrisa de lado y avanzó hacia la silla dónde se hallaba McCoy.
— Teme fallar, fallarte a ti y a todos; que sus intentos sean en vano y no consiga lo que busca. — Rodeó la silla, llegando al otro lado del dormido doctor. — Teme fracasar y no lograr revivirte, como te dije, fallarte... fallarte como le falló a su padre.[2]— Añadió, rodeando con sus largos y finos dedos los hombros de Bones, quien se agitó aun más en su asiento.
— ¡Déjalo en paz! — Gritó Jack lanzándose contra Pitch, dándole un puñetazo en la cara que lo lanzó lejos de Bones. El Boogeyman quedó sentado en el piso, pasándose la mano por el rostro al tiempo que se reía a carcajadas. Jack, de pie entre él y McCoy, le miraba fjamente irradiando ira, con la respiración agitada y los puños cerrados, dispuesto a atacarlo si se acercaba otra vez.
— ¿En serio, Jack? ¿Eso es todo? ¿Dónde quedó aquel Guardián dueño del viento y el frío?
— Está justamente aquí.
— Peleando a los puños, como un humano, ya lo veo. — Se burló el ente, poniéndose de pie. — Definitivamente estoy perdiendo el poco respeto que sentía por ti.
— No me subestimes. — Agregó el muchacho. La temperatura en la habitación comenzó a bajar, los rincones empezaban a llenarse de escarcha.
— Ya lo veo... y sigues tan impetuoso como siempre, ¿No has pensado que si congelas este cuarto el equipo se dañará? Eso significa que todo se arruinará y los esfuerzos de tu amigo serán en vano... justo como ya lo cree que son.
— ¡Basta! — Exclamó el muchacho, furioso, lanzándose de nuevo contra Pitch, gopeándolo nuevamente y congelando el área donde había hecho contacto. El hielo y el impacto sacaron el aliento del ente, haciendo que Pitch se tambaleara; éste, agitado, vio desconcertado e iracundo como aquella gruesa capa de hielo comenzaba a cubrirle poco a poco, subiendo por su pecho.
Pitch miró a Jack, que aun se hallaba agitado y viéndolo con rabia. Molesto, el Boogeyman se irguió pese al dolor que aquel golpe le había provocado, el hielo se cuarteó y aunque aún seguía sobre el cuerpo de Pitch, este consiguió moverse con lentitud.
— Esto... aun no se acaba... Frost. — Siseó Black, retrayéndose en sí mismo, sumergiéndose por completo en las sombras del rincón hasta desaparecer. — ¡Algún día volveré por él... por él y por todos los que amas! — Resonó su sepulcral voz en toda el lugar.
Jack, con el pecho subiendo y bajando rápidamente, miraba hacia ese punto. Al ver que Pitch desaparecía, se apresuró a acercarse a Bones; este ya despertaba a causa del frío de la habitación.
— ¡Santo Dios! — Soltó el galeno al ver la escarcha extendiéndose por el techo y las paredes; el adormecimiento se le pasó de golpe y de un salto se levantó, llamando al resto del equipo por asistencia.
XxXxXxXxX
Los días siguieron su curso y McCoy continuó con su trabajo sin descansar.
Es verdad que sus temores seguían ahí, el temor de no poder revivir a Jim y fallarle igual que le había fallado a su padre en el pasado, pero no iba a desistir, no mientras aun hubiese algo de esperanza.
Y esa esperanza se dejaba ver cada vez más, pues ahora cuando corría los escaneres, el porcentaje de radiación por eliminar era menos.
Por su parte, Jack, conforme el proceso avanzaba, se sentía más desvanecido sin comprender del todo porqué. Le costaba sostenerse en pie, por lo que se la pasaba en un rincón mirando el proceso; pero a la vez, sus manos, sus piernas... todo él, lentamente se volvía cada día más transparente.
Hasta que, de tan débil que se sentía, un buen día se quedó dormido en el lugar en el que se había sentado. Sólo despertó al sentir un tirón en la boca del estomago, tan fuerte que le hizo abrir los ojos de golpe y empezar a temblar. No entendía que ocurría, las náuseas que le inundaron le hicieron dar arcadas; la sensación de mareo que siguió a aquello fue indescriptible, agobiante; se llevó las manos a la cabeza tratando de que el mundo, que curiosamente había comenzado a girar, se detuviera, mientras que se hacía un ovillo al sentir que el vértigo y el temor le hacían presa por completo. Por un momento llegó a creer que se trataba de Pitch, que había vuelto y estaba causándole de algún modo todo eso, para vengarse por lo de la última vez.
Estaba asustado, le preocupaba que el Boogeyman se hallara ahí y él no pudiese enfrentarlo para defender a McCoy, ya que lo había amenazado antes de irse. Trató de ponerse en pie haciendo un máximo esfuerzo, a pesar de que las piernas le temblaban amenazando con no poder sostenerle.
Pero fue en vano, las fuerzas le abandonaron completamente y perdió el sentido cayendo inconsciente al piso, haciéndose cada vez más transparente hasta desaparecer totalmente.
En ese instante el cuerpo de Jim empezó a agitarse.
—¡Doctor, ha regresado! — Gritó eufórico uno de los enfermeros asistentes. — ¡Lo ha conseguido, lo ha traído a la vida!
McCoy, agitado, pero con una sonrisa que se dividía entre feliz y nerviosa, miraba como el pecho de Jim (a quien habían conectado a un respirador) subía y bajaba; al principio lenta, pausadamente, hasta que comenzó a acelerar de a poco, tomando un aparente ritmo normal, yendo cada vez más en aumento y luego agitándose de manera terrible.
— ¡Doctor, su temperatura corporal está descendiendo!
— ¡treinta... veintidós... dieciocho... tiene veinte grados menos de la temperatura promedio!
— ¡Pronto, mantas térmicas! — Ordenó Bones.— ¡Hay que subirle la temperatura! ¡No voy a dejar que te me vayas de nuevo Jimbo, no cuando ya te traje de vuelta!
— ¡Doctor! — Exclamó una de las jóvenes acercándose con la manta; Bones le ayudó a colocarla, accionándola de inmediato. Revisó la lectura en la máquina al tiempo que frotaba los brazos de Jim por encima.
— ¡Vamos... vamos Jim, anda! — Mascullaba sin dejar de frotar, observando el panel.
La temperatura del cuerpo de Jim comenzó a oscilar, subía unos grados logrando el alivio de McCoy, pero cuando más aumentaba, Jim comenzaba a retorcerse y quejarse como si padeciera de una terrible fiebre y nuevamente la temperatura volvía a bajar, subiendo de golpe nuevamente y bajando otra vez.
— ¡Que demon...! ¡Otra manta!
M'Benga llegó en el acto con la segunda manta entregándosela a McCoy, este la colocó sobre la primera y la echó a andar. Al sentir el calor, de inmediato Jim comenzó a retorcerse de nuevo.
— ¡¿Pero qué diablos está ocurriendo?! — Soltó McCoy desesperado, ¿Cómo era posible que habiendo conseguido el milagro de regresar a Jim a la vida ahora se encontrara en medio de este extraño asunto? ¿Porque su cuerpo parecía luchar contra el calor?
Aun con cierta duda, quitó una de las mantas y la apagó. Jim pareció tranquilizarse, pero aún sudaba mucho y se removía. Tentando a la suerte y en un salto de fe, McCoy quitó la última manta y la apagó.
— ¡Pero... doctor! — Exclamó una de las enfermeras. Bones no le hizo caso, se quedó observando fijamente el panel que marcaba la temperatura de Jim; este volvió a descender hasta quedar en diecisiete grados; observó ahora el rostro de Jim con aprehensión, pero increíblemente, el chico dejó de moverse; se quedó quieto, sin hacer gesto o ruido alguno; por un momento Bones creyó que había muerto... de nuevo.
Eso hasta que vio que el pecho del muchacho subía y bajaba tranquilamente y que su semblante se veía tranquilo.
Eso era realmente increíble... ¿desde cuándo un cuerpo humano funcionaba normalmente (porque corriendo los exámenes pertinentes, su cuerpo funcionaba a la perfección) en una temperatura de diecisiete grados centígrados? ¡Prácticamente se hallaba sufriendo hipotermia!
Pero Jim no presentaba el cuadro de una persona hipotérmica, ¡Qué va! Ni siquiera parecía presentar daño alguno. El chico estaba apaciblemente dormido, como un angelito malvado después de una de sus más épicas juergas, considerando todo lo que le había hecho pasar.
Sin saber que más hacer, pues era obvio que el calor parecía incomodarlo... casi dañarlo, decidió jugársela aunque no le gustara. No intentaría ningún otro método para subir su temperatura, a riesgo de que algo más radical fuera más dañino que sólo la manta y por ende, irreversible. Decidió dejarlo bajo estricta observación y después de un período considerable juzgar el procedimiento a seguir.
Así comenzaron varias horas de rigurosa vigilancia sobre James T. Kirk.
Y todo parecía seguir igual, es decir, a pesar de que la temperatura de Jim no había descendido más allá de los diecisiete grados, y que obviamente seguía siendo realmente baja, las funciones de todo su cuerpo estaban en perfecto estado; su corazón, pulmones, hígado, todo funcionaba correctamente, salvo el hecho de que aún no despertaba.
Al principio, Bones temía que se debiera a que el daño de esa temperatura pudiera hallarse justamente en el cerebro o que quizá lo habían metido en el crio - tubo demasiado tarde o este no logró preservar sus funciones cerebrales, pero los escaneres arrojaban como resultado que el cerebro de Jim se encontraba también en perfecto estado; sólo sería cuestión de tiempo para que volviera en sí.
Pero la gran pregunta entonces era... ¿Por qué?
¿Por qué esa temperatura anormal? ¿Se ajustaría nuevamente?
¿Era resultado de la sangre de Khan? ¿Tendría la culpa su experimento? ¿Habría hecho algo mal y su amigo la estaba pagando?
En ese momento uno de los aparatos comenzó a sonar. McCoy se precipitó a revisar de qué se trataba, abriendo los ojos con gran sorpresa al tiempo que una sonrisa nerviosa y alegre se dibujaba en sus labios.
El monitor de actividad cerebral había pasado de ondas delta a beta.[3]
Jim estaba despertando.
Rápidamente, McCoy fue en busca de su escaner de mano, justo en ese momento, Giotto entraba en la habitación.
— Doctor...
— Ahora no, Barry. — Repuso, activando el aparato y comenzando a pasarlo por el rostro de Jim.
— Señor. — Insistió el Jefe de Seguridad.— Es el Comandante Spock, Señor, se ha comunicado conmigo y solicita acceso.
McCoy se giró y miró a Giotto con incredulidad; se quedó pensativo por unos segundos y luego negó con la cabeza.
— Déjalo pasar.
— Sí, Señor.
XxXxXxXxXxX
Spock se encontraba en la sala de espera del hospital.
Prácticamente no se había apartado de ahí, salvo para cumplir con sus deberes como Segundo al mando de la Enterprise, aquellos asuntos que, dado lo sucedido con Marcus y Khan, debían cubrirse; reportes, revisiones, explicaciones y demás cosas que, aunque lo deseara, no podía derogar en nadie más.
E incluso en esos momentos corría con la buena fortuna de que Sulu, Chekov, Scotty o cualquier otro miembro de la tripulación llegaban ahí para saber de Jim y se quedaban en su lugar esperando mientras él debía ausentarse. Pero apenas terminaba con sus obligaciones, el Vulcano volvía de inmediato al Hospital de la Federación, ya que no sabía cuándo sería el momento en que McCoy pudiese darles noticias sobre Jim.
Aunque ya había pasado mucho tiempo y eso calaba hondo en el ánimo de los demás. Había momentos en que algunos solían lamentarse de la suerte del Capitán, dando a entender que el doctor McCoy no lograría lo que se proponía.
Pero Spock sabía que eso era imposible, estaba seguro porque McCoy era un hombre cabal y serio, como los humanos suelen decir, "no se andaba con juegos", si había hecho todo ese operativo de aislamiento era porque confiaba en sus recursos, por lo que Spock confiaba en los métodos, conocimientos y habilidades del doctor.
Y también estaba seguro porque, aunque a otros podría sonarles muy ilógico si tratara de explicarlo, él sabía que Jim estaba ahí... su katra, lo sentía, sabía que se encontraba cerca, que no había pasado al plano al que suelen pasar los katras humanos, el suyo se encontraba en ese lugar.
Y eso le daba tranquilidad y esperanza.
Por eso él seguía ahí, sin deseos de retirarse; no importaba cuanto le insistiera Sulu que debía dormir, ni las peticiones de Chekov para que les dejara velar en su lugar mientras el descansaba, o que Scotty hiciera la propuesta de reunirse todos a dormir en su apartamento, que quedaba a unas dos cuadras del hospital, ni tampoco importaba que Uhura, quien pese a lo ocurrido entre ambos, deseaba mantener su amistad con él y obviamente también quería a Jim, le sugiriera que fuera a su casa mientras ellos permanecían ahí; Spock no pensaba apartarse.
Y justamente su espera había tenido frutos ese día.
Estaba sentado en el lugar que acostumbraba ocupar cuando lo sintió... Fue como una chispa repentina que se convirtió poco a poco en una luz que iba cobrando fuerza y brillo.
Jim... su mente, estaba volviendo, estaba empezando a reaccionar.
Casi eufórico, pero manteniendo el control sobre sí mismo, se había comunicado con Giotto y le había solicitado que pidiera al doctor McCoy que le permitiera pasar.
Y ahora se hallaba en espera de esa autorización, cuya recompensa nuevamente le fue dada cuando el comunicador se activó y la voz de Giotto se dejó oír.
— Comandante Spock.
— ¿Sí, Señor Giotto?
— El doctor McCoy dice que puede subir.
El Vulcano guardó silencio unos segundos.
— ¿Comandante?
— Sí, Señor Giotto, le agradezco. Subo ahora mismo.
-0-
— ¿Cómo demonios...? — Murmuró McCoy cuando Spock atravesó la puerta detrás de Giotto. El doctor no podía comprender como justo cuando Jim daba muestras de querer despertar, Spock ya estaba pidiendo permiso para entrar a verlo. Suspiró, haciendo un aspaviento con las manos y negando con la cabeza.
— Pasa, creo que no tarda en volver en sí, justo estaba haciéndole los exámenes ahora.
— Gracias, doctor McCoy.
— Sí, como sea...
— No... en verdad, gracias. — Le insistió Spock, mirándolo fijamente. McCoy esbozó una sonrisa.
— No hay nada que agradecer.
XxXxXxX
"¿Qué es?
¡Es un varón!
Dime... ¿jurras cuidar a los niños del mundo...?
¡Que se llame Jim, como tu padre!
Son todo lo que tenemos, todo lo que somos y lo que serremos...
Te reto a superarlo
¡...serrás ahorra y parra siemprre un Guardián!"
Jim abrió los ojos de golpe, jalando aire; sentía como si hubiese estado en el fondo de un lago muy profundo y por fin emergiera a la superficie, por lo que necesitaba todo el oxígeno que le fuera posible obtener; parpadeó varias veces y miró a su alrededor, confundido.
— ¡Vamos, no seas tan melodramático! — Dijo McCoy acercándose de nuevo a él y pasando el escaner por la cara del rubio. — Estuviste muerto un tiempo. Por suerte logramos revivirte.
Jim, aun aturdido, pues sentía que la cabeza le daba vueltas con un sinfín de recuerdos y pensamientos revueltos, atinó a decir.
— ¿Khan?
Bones asintió.
— Logramos hacer un suero de su súper sangre. Dime, ¿te sientes cruel, despota, sediento de poder?
— No más de lo usual... ni tan malvado como en la pascua del sesenta y ocho.[4] — Murmuró, para luego quedarse callado sin entender porqué había dicho eso.
McCoy arqueó una ceja, mirándolo fijamente para luego seguir mirando el escaner. Jim vio a su amigo.
— ¿Cómo... cómo lograste capturarlo? ¿Fue Spock, verdad?
— ¿Cómo lo supiste? — Inquirió el doctor, intrigado.
— No lo... sé... yo sólo...
— Capitán.
Jim, guiado por aquella voz, desvió la mirada del rostro de Bones hacia atrás de él. Ahí, ataviado con su uniforme regular de la Federación, Spock se encontraba de pie, firme, con el sombrero en las manos y mirándolo fijamente.
— Me salvó la vida. — Murmuró Jim, sin dejar de verlo, sonriendo.
— Para tu información, Uhura y yo también ayudamos.
— Lo sé... te lo agradezco... también quiero agradecerle a ella. — Repuso el chico, mirando de reojo a su amigo para luego volver a ver a Spock.
— Capitán, usted salvó mi vida y la vida de toda la tripulación cuando...
— Spock... sólo... Gracias. — Dijo el rubio, viendo fijamente al Vulcano.
— No me lo agradezcas, Jim. — Susurró el otro, sin apartar la mirada de él.
— ¡Oh, por favor! ¿Al menos podrían esperar a que me vaya? — Espetó McCoy, mientras seguía revisando los aparatos. Jim dio un respingo y desvió la mirada de Spock a Bones, el Vulcano bajó la suya.
— Deberías irte ya. — Masculló Jim. — Te ves terrible... y no has dormido en días...
— ¿Cómo sabes eso? — Murmuró McCoy, mirándolo de reojo con extrañeza.
— Bueno... ¿no es obvio?— Agregó el muchacho, refiriéndose al aspecto descuidado de su amigo; los ojos rojos, los círculos negros debajo de estos y la barba de días.[5]
— Aja, sí, bueno... mira quien me habla sobre el aspecto. — Refutó este. Al menos el que Jim le hiciera aquella observación más toda aquella breve charla daba a entender que sus funciones cerebrales se hallaban en orden... en lo que cabía.
— Trata de dormir... quizá ahora no tengas pesadillas. — Susurró Jim medio adormilado, provocando que McCoy diera un respingo y le viera con asombro.
— ¿Cómo...?
— ¿Sucede algo, doctor? — Spock miraba a McCoy, intrigado. Bones negó con la cabeza y siguió con lo suyo. Jim cerró los ojos, apretándolos al tiempo que se llevaba las manos a la cabeza. El Vulcano, alarmado, se acercó más al rubio.- ¡Jim!
— No... no es nada, Spock... estoy bien. — Musitó el chico abriendo los ojos de nuevo, esbozando lentamente una sonrisa en su rostro adormilado. — Tal vez... tal vez sólo necesito dormir otro poco.
— Sí, quizá te haría bien. — Agregó McCoy, acercándose a él para revisarlo, abriéndole un poco más con los dedos uno de los ojos para revisar sus pupilas con una lámpara. De pronto, el doctor dio un respingo, mirando de nuevo fijamente el ojo de Jim, repitiendo de inmediato la operación con el otro.
— ¿Doctor...? — Llamó Spock al ver la reacción del galeno; este negó con la cabeza y una de sus manos, aunque el gesto de extrañeza no dejaba su rostro.
— Será mejor que lo dejemos dormir... quizá yo también necesito hacerlo... — Murmuró Bones, retirándose de la cama para guardar el equipo. Spock se acercó al rubio y le miró a los ojos, aunque este ya se hallaba algo adormilado.
— ¿Ocurre algo? — Dijo el otro en voz muy baja, tratando de mantenerse despierto. Spock negó con la cabeza.
— Nada, Jim. Descansa... vendré a verte más tarde. — Se atrevió a añadir. Jim le sonrió dulcemente, cerrando los ojos y cayendo profundamente dormido. Al verlo, el Vulcano salió la habitación y tras hablar con McCoy, abandonó el piso.
Iba ensimismado, pensativo. Se encontraba feliz porque Jim estaba vivo y con bien; el alivio por fin llegaba a él después de esas dos semanas de incertidumbre y angustia, pero...
Había algo raro, sentía algo extraño que provenía de él y no lograba entender del todo, además...
¿Estaba viendo de más o en los ojos de Jim parecía haber un copo de nieve en contraste con el azul habitual en ellos? [6]
Sacudió la cabeza, quizá estaba imaginando cosas... pero... ¿imaginar un copo de nieve?
Quizá debía aceptarlo y el cansancio por fin le estaba afectando. Aunque aun así no se alejaría del hospital, volvería a la sala de espera por si le necesitaban.
XxXxX
Jim volvió a dormir, pero desafortunadamente no fue un sueño profundo ni reparador.
Su mente oscilaba, daba vueltas en sí misma y alrededor de un universo. Imágenes diversas parecidas a sueños increíbles de la niñez le llegaban llevándolo en un viaje inverosímil, propio de los sueños, un viaje en el que se veía a sí mismo surcando los cielos remontado por el viento, yendo a lugares lejanos, los cuales se cubrían de un blanco manto invernal.
Y no sólo eso, atravesaba túneles de luz que aparecían de una esfera de cristal y le llevaban a planetas lejanos sin necesidad de una nave; lugares tan remotos que él conocía muy bien y a los cuales llenaba de viento y frío, de días nevados y lagos de hielo.
Todo eso podía sonar como un bello y maravilloso sueño, e incluso pudo haberlo disfrutado si no fuera porque había más.
Entre esos sueños dónde escuchaba las risas y sentía la alegría de la gente había algo más. Temor y dolor, sufrimiento por parte de otros causados por el miedo.
Miedo personificado en un ente oscuro que siempre buscaba la ocasión perfecta para atacar.
Un ente terrible que no se detenía ante nada, que siempre lastimaba a otros para provocar terror y alimentarse de ello, que se hacía más fuerte y que debía ser combatido, ya sea con una simple risa provocada a un niño o en una feroz batalla que a veces culminaba en heridas, sangre y dolor.
Y a eso se agregaban voces, voces que le llamaban de dos formas con sus variantes... "Jim", "Jack", "James T. Kirk" "Jack Frost". Eran las voces de su madre, la voz grave de un hombre con un marcado acento ruso, de Sam, una voz aguda y dulce de mujer, de Frank incluso, la voz algo grave de alguien con acento australiano, Bones, Spock, la gente de su tripulación o cualquier otro que hubiese conocido durante su vida; pero también voces de niños, en especial una niña que le gritaba desesperada, como si él estuviera muriendo ante sus ojos y ella, angustiada, lloraba y suplicaba sin saber qué hacer para salvarlo.
Voces, voces que gritaban, lloraban, llamaban, hablaban mil y un cosas sobre él, desde marcándole como provocador de desastres hasta aclamarlo como héroe, que le tachaban de delincuente juvenil o como un Guardián.
Jim se despertó de golpe, como huyendo de todo aquello, pero abrió los ojos de manera desmesurada al oír que esas voces seguían clamando en su cabeza.
Una a otra se sobreponían hablándole de hechos que había vivido y otros que eran parte del sueño; imágenes de su vida entremezcladas con las de aquellas cosas fantásticas que era obvio que no eran reales.
No podían ser reales... ¿o sí?
Pero todo eso seguía llegando en tropel a su mente, de modo que se sintió agobiado. Se llevó las manos a la cabeza y se encogió en sí mismo, respirando agitadamente, con lágrimas en los ojos, deseando gritar que se callaran de una vez.
— Bastabastabastabasta... ¡BASTA! — Gritó desesperado encogiéndose más en su sitio y ahogando un poco el sonido al hacerlo. Pero lo que no pudo evitar fue que, al estallar, las sábanas, la almohada, la cama y el piso, quedaran cubiertas con una gruesa capa de escarcha.
Al notarlo, Jim levantó la mirada y observó aquello con espanto, temblando en su sitio, por miedo, no por frío, se levantó de ahí tambaleante y salió de la habitación.
Quería buscar a Bones, preguntarle, él debía saber que le estaba ocurriendo.
Pero al pasar frente a una ventana su mirada se desvió hacia afuera. Era de noche, las estrellas ya se hallaban en lo alto y la luna llena, grande y redonda, brillaba como una enorme moneda de plata.
Como si estuviera fascinado con la vista, los pasos de Jim se desviaron y en lugar de buscar a McCoy, se dirigió al ascensor, pues el piso ya había relajado su seguridad después de que él hubiese despertado y Khan fuera encerrado en un crio - tubo, llevándole después a la bodega de la Federación.
Se sentía mareado y confundido, sabía que era una locura salir en lugar de quedarse a descansar si no estaba en buenas condiciones.
Pero la luna... era tan grande y era tan brillante.
Simplemente tenía que verla... necesitaba verla...
XxXxXxX
— Spock.
El Vulcano se levantó de su asiento al escuchar aquella inconfundible voz. Se giró y se encontró con Selek, quien iba llegando a la sala de espera con su paso relajado y tranquilo.
— Señor Spock. — Dijo, acercándose a él, haciendo el saludo pertinente con la mano y siendo correspondido. — ¿Qué es lo que haces aquí?
— Creo que es obvio. — Respondió el mayor con una leve sonrisa. — Me enteré de lo ocurrido... Habría querido llegar antes, pero no me fue posible. ¿Cómo se encuentra?
— Se encuentra bien, el doctor McCoy consiguió lo imposible.
— El doctor McCoy es el único que podía hacerlo.— Murmuró con una sonrisa alegre y aliviada. Miró a su contraparte más joven y en sus ojos notó la preocupación. — ¿Qué es lo que te sucede?
— Jim... Yo... — Balbució Spock, perdiendo por primera vez un poco de su dominio. Selek le ayudó a sentarse en el asiento que había estado ocupando, sentándose a su vez junto a él. — Lo sentí muy extraño cuando lo vi esta mañana... de hecho, hay un disturbio en su mente que no logro precisar, es como si se hallara confundido, perdido, y no sé cómo ayudarlo.
Selek arqueó una ceja y sonrió a la vez al escuchar tales palabras.
— ¿Y cómo es que lo sabes?
Spock iba a responder, pero guardó silencio, mirando como su yo más viejo luchaba por contener la sonrisa en los labios; a veces esos desplantes de emociones que su contraparte mostraba le hacían dudar sobre si eran la misma persona; pero las otras tantas señales que le rodeaban hacía imposible que lo negara.
— Yo... — Murmuró a fin de cuentas, algo reticente a seguir, pero ¿a quién podría confiarsélo mejor que a sí mismo? Es más, hasta él podría orientarlo. — Cuando Jim murió... yo lo resentí de una forma que jamás podría haber imaginado. Cuando estaba en el puente, con la Enterprise a punto de entrar en la atmosfera de la tierra sin energía, sentí una... angustia, que no era originada por nuestra precaria situación, sino por algo más. Después, cuando el núcleo fue reactivado sentí algo... algo muy profundo; un llamado... era como si alguien gritara mi nombre directamente a mi mente.
— ¿Y ese alguien era...?
— Era Jim. — Respondió Spock, aunque sentía que su respuesta estaba de más, que su contraparte la conocía, pero que esperaba escucharla de sus labios. — Fui a su encuentro y cuando él expiró, yo... sentí que... sentí que una parte de mí expiraba con él.
— ¿Lo notaste?
— Perdí el control, perdí la noción de mí casi por completo y me convertí en una fiera sin lógica... no podía razonar, sólo podía sentir... sentir dolor, el dolor de la partida de Jim. — Respiró profundamente para dominarse, pues el simple recuerdo de aquellas sensaciones le estaban remontando de nuevo a ese momento tan terrible y su respiración se estaba agitando. — No me había dado cuenta, pero... Todo este tiempo a su lado, este cambio de mí hacia él, el que me... me agradara más que antes, el que congeniásemos cada día más; no fue simple camaradería o costumbre, fue... entre nosotros se formó un vínculo.
— ¿Sí?
— Me atrevo a decir que... que Jim es mi T'hy'la.
Selek esbozó una gran sonrisa, Spock al verlo cayó en la cuenta.
— ¿Lo sabías? ¿No es así? El día que nos encontramos en los astilleros de la Federación... por eso me instaste a seguir en la Flota, ¿por qué no me lo dijiste?
— No quise influenciar en tu futuro, si esto se daba... como estaba seguro que sería, no quería que fuera porque tuvieses una idea preconcebida del futuro, sino por descubrimiento propio; no quise influenciar tu camino, sólo colocarte sobre la senda, ya fuera que lo descubrieras o no.
— El James Kirk de tu era y tú. — Afirmó Spock. Selek asintió con la cabeza.
— No me tomó mucho descubrirlo... pero sí me tomó mucho el aceptarlo. — Dijo, tristemente. — Estaba tan absorto con la idea de ser totalmente Vulcano, tal y como se lo había dicho a mi padre, que no quise ver más allá; todo aquello que me recordaba o acercaba o mantenía en mi lado humano era rápidamente dejado de lado en pos de una vida totalmente lógica. Eso, tristemente incluyó a Jim en los primeros años de conocernos— Su sonrisa se tornó meláncolica. — Pero fue difícil, no era sencillo obviarlo; como sabrás James Tiberius Kirk no es alguien a quien puedes ignorar y esa fue una de las razones por las que me era más difícil seguir la doctrina de Surak en su totalidad. Mi lado humano reaccionaba fácilmente junto a Jim, me sentía atraído a su magnetismo con total facilidad; el aprecio que sentía por él en los primeros años se convirtió en algo mutuo que trascendió a una amistad fuerte y que fue más allá, tanto que hasta me hacía sentir avergonzado. Los primeros años vivimos en un constante vaivén, en el cual él me atraía y yo me alejaba cayendo en sus redes de nuevo y costándome cada vez más abrazar mi naturaleza Vulcana. Fue entonces que, después de nuestra misión de cinco años, a pesar de que pasé con él un tiempo, el más feliz de mi vida... — Selek suspiró, su mente parecía hallarse en aquel lugar y el recuerdo era doloroso; aún así, siguió con su relato. — Un día volví a encontrarme a mí mismo en una situación que, según yo, no era lo que quería porque no se hallaba en mi plan original de vida. Estúpidamente, quise renunciar a mi T'hy'la y abrazar completamente la lógica, purgando mis emociones con el Kohlinar...
— Pero no lo hiciste.
Selek negó con la cabeza.
— Era una necedad de mi parte el querer deshacerme de los sentimientos y emociones así... más cuando tenía la fortuna de tener algo que muchos sólo aspiran a encontrar. No completé la ceremonia por él, aunque en ese momento no lo sabía y cuando nos reencontramos, después de algunos incidentes, pude comprenderlo, aceptarlo abiertamente y vivir como debía; comprendí que uno puede hacer un plan de vida, pero la vida te hace modificar tus planes según lo que encuentres en el camino, a veces poniéndote en el mismo sendero de alguien tan especial como lo es Jim. Desde entonces jamás nos separamos hasta que el tiempo se encargó de ello.
Spock observaba fijamente a su contraparte, con total respeto, admirando aquel ejemplo que tenía para sí.
— Entonces... lo sabías, que él y yo...
— Lo supuse. Este tipo de vínculos van más allá de la muerte, de tiempo y espacio, y eso ha quedado confirmado ahora con ustedes dos; no importan las eras, los universos o las dimensiones... Tú y Jim están destinados el uno para el otro.
— Lo entiendo. — Repuso Spock y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa que si bien se apresuró en borrar, no pasó desapercibida a Selek. Después, su semblante se volvió más serio, levantó la mirada, irguió la cabeza y después se puso de pie casi de un salto.
— ¿Ocurre algo?
— Jim... — Sin decir más, Spock salió casi corriendo, seguido por Selek.
El joven Vulcano pasó por varios pasillos, corriendo entre la gente hasta llegar al otra ala del hospital. Se llevó la mano a la cabeza, un poco aturdido; de pronto sintió que se resbalaba, por lo que tuvo que sostenerse de la pared para no caer, mirando al piso, confundido y viendo lo que le había hecho resbalar.
— ¿Hielo? — Murmuró al ver un camino de fina escarcha sobre el piso. Selek llegó a su lado y Spock retomó el paso seguido por él.
No tardaron en llegar a una puerta que daba al jardín trasero del hospital, un lugar hermoso y agradable con senderos de adoquin, áreas de césped como esmeralda, altos y frondosos árboles y bancas debajo de algunos de ellos o desperdigadas en los rincones.
Ahí, debajo de uno de esos árboles, sentado en una de esas bancas, se encontraba Jim; vestido con su conjunto azul de ropa de hospital y mirando al cielo, directamente a la luna. Parecía susurrar algo al tiempo que temblaba levemente.
Spock dio un paso para dirigirse hacia él, pero Selek le detuvo del brazo con suavidad. El joven se giró a mirarlo.
— Sé que percibes su angustia, pero, quisiera que me dejaras hablar con él; creo que en este momento mi experiencia puede serle de utilidad.
Spock arqueó una ceja, pero termino por acceder. Selek se adelantó, acercándose a la banca por detrás de Jim.
— Por favor... — Susurraba el muchacho con voz angustiosa mientras miraba a la luna. — Por favor... tienes que decirme que pasa... ¡tienes que decirme que hago aquí!
El joven miraba fijamente al satélite en espera de algo... lo cual no llegó jamás; al recibir solamente silencio, Jim, aun más desconsolado, se auto abrazó sin dejar de mirarla.
— ¡No puedes hacerme esto! ¡No de nuevo! Y... ¡¿Por qué demonios te estoy diciendo esto?!— Y comenzó a llorar mientras se llevaba las manos a la cabeza.
— Jim.
Al oír aquella voz, el chico se giró lentamente, encontrándose con el anciano Vulcano detrás suyo. El rostro de Jim expresaba un dolor y una confusión terrible y al ver a aquel rostro amigo, sintió algo de alivio y se lanzó a sus brazos llorando.
— ¡Estás aquí! — Sollozó amargamente refugiando su rostro en el pecho de Selek. — ¡Por favor, haz que se detenga, haz que pare!
— Tranquilo, Jim, tranquilo, yo... — Selek se detuvo al sentir como su pecho se llenaba de una fina escarcha, igual que la banca y a los pies de esta. Esbozó una media sonrisa y se sentó al lado del muchacho.
— ¿Qué... qué me está pasando? ¡Yo... Yo no entiendo! — Susurró el chico, inquieto. Selek, aun manteniéndolo entre sus brazos, trató de tranquilizarlo.
— Mi pobre muchacho... No creí que en esta época te tocara atravesar por el mismo dilema.
— ¿Qué? ¿De... de qué hablas? Yo... no entiendo...
— Creo que lo mejor es, por ahora, ayudarte con ese desajuste por el que estás atravesando... ¿me permites? — Dijo, levantando un poco su mano. Jim asintió. Si Selek podía callar las voces con su poder Vulcano, entonces no se opondría a que lo hiciera.
Selek posó sus dedos en los puntos de fusión del rostro de Jim, cerrando los ojos al tiempo que el rubio hacía lo mismo.
Al instante, la mente de Selek se adentró en la del joven, contemplando las dos vidas cruzadas que convivían ahora en su cabeza y que ahora se enfrentaban la una a la otra con diversos recuerdos, temores y memorias que si bien algunas podían ser similares, otras divergían tanto entre sí que provocaban un conflicto en la psiquis de Jim, haciendo que se rechazaran y se repelieran una identidad de la otra tratando de tomar el control total. Sus memorias se mezclaban sin orden, sin ton ni son, y si bien recordaba y reconocía lo que era su vida actual y lo que le rodeaba, los conocimientos y recuerdos de su vida pasada se hallaban ahí como memorias fantasmas que trataban de imponerse y creando un conflicto difícil de soportar.
Selek comenzó por relajar al muchacho, tomando de la mano ambas presencias, ambas memorias y haciéndolas convivir en una misma; los recuerdos de la vida pasada complementándose armoniosamente con los de la presente; ambas identidades no confrontadas, sino unidas, formando el único y sólo ser que siempre habían sido y que, por el abrupto despertar y posterior adormecimiento de una, habían sido terriblemente sacudidas y divididas creando aquel caos interno en la mente de Jim.
Pronto los recuerdos tomaron su lugar, las memorias fueron complementadas y la identidad de Jim y Jack se hicieron una como siempre lo habían sido, con la pequeña diferencia de que ahora la una era consciente de la otra y viceversa, pudiendo vivir armoniosamente como una sola.
Selek abrió los ojos al mismo tiempo que Jim; este parecía más tranquilo y relajado; su mente ya no era un caos de diversos recuerdos alterados y sin orden; todo caía como debía ser; dos vidas diferentes convergiendo como una sola.
— ¿Te sientes mejor?
— S... sí... me siento mucho mejor... Gracias.— Susurró mientras se pasaba la mano por el rostro, secándose las lágrimas. — Pero... ¿Cómo supiste que yo...?
— Al parecer a lo igual que yo, tu vida pasada te perseguirá en cualquier dimensión en la que te encuentres.
— ¿Qué?
Selek negó con la cabeza al tiempo que emitía una risita.
— Olvídalo, a lo que me refiero es que, ya tuve el gusto de encontrarme con Jack Frost en otro tiempo.
— ¿Tú... tú Jim Kirk también...?
Selek asintió.
—…l era la encarnación del Espíritu del Invierno, se vio orillado a reencarnar igual que tú ahora, sólo que la mayor parte del tiempo él estuvo dormido hasta que un buen día, después de un incidente despertó. Jim luchó para controlar su naturaleza consiguiéndolo al fin de forma impresionante, haciéndolo una parte de sí msmo que disfrutaba por completo.—Selek rió ante el recuerdo. — Cuando le dije que me iría a Vulcano para llevar a cabo el Kohlinar cayó en San Francisco la nevada más terrible que había padecido en toda su historia; no hubo servicio de transbordador por varios días. Puesto de otra forma, ¿cómo crees que logré esta tolerancia al frío poco común entre los míos? Jim me entrenó muy bien a ello.
Jim se quedó pensativo, aun no comprendía porque las decisiones personales de su Primer Oficial arrancaron tal desplante... o rabieta, en aquella versión de sí mismo, pero recordaba el día en que había conocido al anciano en Delta Vega. Era verdad, pese a aquel frío terrible, Spock... Selek parecía soportarlo muy bien con tan sólo aquel abrigo, cuando muchos de los de su especie seguro no podrían ni moverse con aquel clima tan bajo.
Miró sus manos sin poder creerlo; ahora también entendía porque cuando salió de esa cápsula, escaló aquella montaña de hielo con las manos desnudas, sin sufrir quemaduras y como en toda su vida había tenido cierta tolerancia al frío que no era muy "normal".
Negó con la cabeza... ¿Cómo era posible? ¿Cómo es que él era Jack Frost? ¿Un espíritu invernal? ¿Un Guardián?
— Siento que voy a volverme loco otra vez.
— No tienes porqué. — Repuso Selek con tranquilidad. — Entiendo que esta es una información que no esperabas, pero, puedes vivir con ello. Tu mente y tu cuerpo se estaban reajustando; la mente ha quedado ya, es sólo tu cuerpo el que tiene que acostumbrarse.
— Pero... ¿cómo puedo vivir así? ¡Soy el Capitán de una de las naves de la Flota Estelar, no puedo ser también un... pero no puedo dejar lo otro tampoco, y yo...!
— Tranquilo, Jim, todo a su tiempo, ¿de acuerdo? No tienes que hacerlo todo a la vez y menos tienes que hacerlo ahora. Acabas de regresar de donde nadie vuelve... no todos, y estás pasando por una transición difícil de sobrellevar. Toma tu tiempo, no corras ni vueles antes de caminar; descansa, y ya verás como todo, después, se ajusta y se acomoda como se debe, con calma.
— Entiendo.
Selek sonrió.
— Me alegra. Ahora, también vas a necesitar ayuda, así que, deja que quienes te aman te ayuden, ¿está bien?
Jim asintió y Selek giró el rostro hacia la puerta de la entrada, asintiendo, para luego ponerse de pie, ayudando a Jim a hacer lo mismo.
Cuando el rubio se hubo levantado, miró hacia el frente. Spock, su Primer Oficial, ya estaba ahí.
— ¿S...Spock? ¿Qué haces aquí a estas horas?
— Jim, no deberías estar de pie tan pronto. — Le riñó suavemente, haciendo que el rubio se cohibiera. El joven Vulcano se acercó a él y sin decir más lo tomó en sus brazos.
— ¡Por... por Dios, Spock! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Bájame! ¡¿Que van a pensar si nos ven?!
Pero Spock hizo caso omiso de las protestas y comenzó a hacer el camino de regreso. Jim, sintiéndose tremendamente bien, se acurrucó en el pecho del Vulcano mientras el anciano les seguía a ambos con una enorme sonrisa en el rostro.
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[1] Para aquellos que no estén muy familiarizados con la serie original, Tarsus IV (que también mencioné en el capítulo dos, pero olvidé hacer la acotación -mea culpa-) es mencionado en el capítulo "La conciencia del Rey" y habla del pasado de Jim. En su juventud (como a los trece años) Jim se hallaba viviendo en la colonia ubicada en el planeta Tarsus IV, gobernada por el emperador Kodos. Un hongo tóxico atacó las reservas de alimentos y la ayuda que el gobierno pidió a la Federación no llegaba, de modo que, temiendo que la gente muriera de hambre, Kodos, basado en sus propias ideas de eugenesia, optó por dividir a la población entre los que valía la pena salvar y los que no, ejecutando a estos últimos para no desperdiciar recursos en ellos. Jim fue uno de los pocos sobrevivientes que podían recordar y reconocer al gobernador al que la Federación (que llegó con la ayuda después de la ejecución) dio por muerto y que obviamente había huído para salvarse. El fandom siempre suele retratar esa étapa de la vida de Jim como la más oscura, turbia y traumatizante del muchacho y la verdad, no es para menos.
[2]Nuevamente, si no están familiarizados con la serie original y sus películas, este dato aparece en la quinta película "La frontera final" (por lo que si no quieren arruinarse la sorpresa no lean esta acotación y vean la peli XD) El padre de McCoy se hallaba muy enfermo. La enfermedad que padecía era terrible y no tenía cura; sufría demasiado por los dolores y la agonía por lo que rogó a su hijo que le pusiera fin a su sufrimiento. Bones, agobiado, termina por dar la eutanasia a su padre, sólo para que poco después de eso se encontrara la maldita cura de dicha enfermedad, provocando que el pobre doctor cargue con esa culpa y pesar sobre sus hombros.
[3]Las ondas delta del cerebro es cuando se encuentra en el estado más profundo del sueño, por el contrario, las beta se dan cuando estamos alertas y despiertos.
[4]En la película de "El Origen de los Guardianes", cuando Bunny se encuentra con Jack, comenta algo sobre la pascua del sesenta y ocho y como el espíritu del invierno la había arruinado con una nevada que no permitió la búsqueda de huevos; se puede decir que es una de sus más grandes y malvadas travesuras (una de tantas).
[5]Sé que en la escena original del final de "Into Darkness" McCoy está muy limpiecito, bien vestido y como si nada. Como nos saltamos ahí todo el proceso de resucitación de Jim no puedo alegar el por qué está tan tranquilo, pero bueno, aquí lo manejé como algo exhaustivo y que apenas descansó, así que no me parecía lógico describirlo tan pulcro como aparece en la peli. En pocas palabras me tomé la libertad XD.
[6] Jack Frost tiene los ojos azules y un copo de nieve dentro de ellos, pueden checarlo en cualquier imagen con zoom de sus ojos. Un detalle muy lindo que aquí quise preservar :)