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Capítulo V

— ¡¿Qué diablos pasó?! — Exclamaba McCoy, histérico, al ver a Spock ingresar al cuarto con un muy dormido Jim en los brazos, seguido por Selek. Había ido a revisar a su paciente y al no encontrarlo dio la alarma en todo el hospital; justamente Giotto y Hendorff iban llegando detrás de ellos para dar su reporte al Oficial Médico. El joven Vulcano sólo se limitó a mirar al doctor con un ligero reproche.

—Por favor, Doctor McCoy, Jim duerme. —Agregó Selek, como traduciendo la mirada del joven Spock. El médico miró a uno y otro con la boca y los ojos muy abiertos, en un gesto de justa indignación. Despachó con un ademan a los dos oficiales de seguridad y regresó sobre sus pasos para que colocaran a su paciente de regreso a dónde estaba.

—Esto sí es el colmo. —Replicó una vez que Giotto y Hendorff se habían ido. En su voz se notaba más marcado su acento sureño, señal inequívoca de que se hallaba muy enojado. —Llego a revisar a mi paciente recién vuelto a la vida y en lugar de encontrarlo durmiendo en su cama, como se supone que debía, ¡me encuentro con que la cama está vacía y en su lugar sólo hay un montón de escarcha! ¡Y no sólo eso! El equipo de seguridad le busca por todo el hospital, pero no lo encuentran, pero ¿quién sí lo trae de regreso? ¡Ustedes dos! —Exclamó de nuevo, girándose para verlos. Ambos Vulcanos mostraban un gesto sereno e inmutable, cosa que hizo que el doctor se molestara más. —Déjalo en la cama, Spock. Acabamos de cambiarla, las sábanas estaban llenas de hielo, ¡no sé qué demonios ocurre con el termostato de este lugar! Ya le pedí a los de mantenimiento que lo revisen, pero no encuentran nada, ¡y es la segunda vez que ocurre! ¡Creo que no hallarían un corto circuito así les estallara enfrente! ¡A veces creo que Scotty es el único capaz de repararlo todo y…! ¿Por qué demonios me miran de esa manera? ¡¿Dónde estaba Jim, por cierto?!

—Doctor, si trata de tranquilizarse podríamos explicarle lo ocurrido. —Dijo Spock con su acostumbrada serenidad, colocando a Jim sobre la cama como si se tratara de la criatura más delicada y preciada que pudiese existir, para después arroparlo con sumo cuidado, deteniéndose después para observar su rostro.

Jim se encontraba profundamente dormido, como si por fin tuviese algo de paz después de una larga jornada. Spock supo que se debía a aquello que su otro yo había hecho a su mente. Levantó su mano con la intención de acariciar el rostro del joven, más se contuvo por un instante, casi temeroso de lo que ese bendito contacto pudiese provocar en ambos; sin embargo, recordó que, de un modo u otro, ya se hallaban conectados, pues había sentido el disturbio en la mente del rubio como ahora podía sentir la paz, y eso, pese a todo lo que significaba, le reconfortaba.

Esbozando una pequeña sonrisa, Spock se permitió a sí mismo rozar con el dorso de su mano la suave tez de Jim, mirando con ternura como en sus labios también se dibujaba una dulce sonrisa que demostraba la apacibilidad que le había invadido y lo grato que le era su contacto. El Vulcano se quedó ahí, contemplando a su Capitán, admirando toda aquella paz, tranquilidad y belleza que para él representaba.

— ¡No puedo creerlo! —Soltó McCoy, sobresaltando a Spock, quien rápidamente separó su mano del rostro de Jim y se irguió con la elegancia y rectitud que le caracterizaban; sin embargo, si con eso pretendía que el doctor no se diera cuenta de sus actos, o bien, mínimo los obviara, estaba equivocado, pues McCoy seguía mirándolo con los ojos muy abiertos para luego señalarlo con el dedo índice. —Sonreíste… ¡Oh, por dios, te vi sonreír!

—Me parece, doctor, que eso es algo que…

—Y acariciabas a Jim… ¡Oh, demonios, ahora sí que no entiendo nada! ¡¿Alguien se va a dignar a explicarme qué diablos está pasando aquí?!

—Si me lo permite, doctor McCoy, yo me encargaré de referirle lo que ha ocurrido de la forma más fidedigna posible. —Atajó Selek, consiguiendo así que Bones sonriera aliviado, ya que si alguien podía darle una aclaración coherente de todos los hechos, ese bien debía ser el muy serio, confiable y "actúa con total normalidad" del embajador de Vulcano.

¿O no?

— Esta tiene que ser una broma…— Murmuraba McCoy minutos después, cuando Selek había finalizado su historia. Este a su vez, sentado tranquilamente en uno de los sillones al otro extremo de la habitación, esbozaba una ligera sonrisa.

—No, doctor, le aseguro que todo lo que le he dicho es verdad.

—No, no, no, no… eso simplemente no puede ser… es decir, ¿pretenden que crea que es verdad que… que Jim es la encarnación de no sé qué ente invernal? ¿Y qué esa situación con su temperatura y… y la escarcha en la habitación ha sido todo cosa de él? ¡¿Y qué encima se fue de la habitación porque quería hablar con la luna?! ¡Esto tiene que ser una jodida broma!

—Doctor, le recuerdo que los Vulcanos no bromeamos. —Replicó Spock, estoico, de pie junto a la cama, con las manos detrás de la espalda. McCoy, quien miraba a Selek, se giró para ver al otro Vulcano. Bufó y esbozó una sonrisa de lado.

— ¿Ah, no? Porque según yo tampoco sonreían y te acabo de ver haciéndolo. —Repuso el galeno, y si bien Spock mantuvo su posición, podía notarse un ligero tono verde en sus mejillas.

—Sé que suena en extremo extraño. —Agregó Selek. —Pero le garantizo que lo que le digo es absolutamente verdad. Mi mayor interés es el bienestar de Jim y ahora menos que antes me atrevería a bromear ya que se hallan de por medio su salud y bienestar en general.

Bones miró al anciano Vulcano, aun sintiéndose algo renuente a ceder ante tan extraña y loca explicación, pero algo era verdad, el hecho de que para ese hombre, incluso para el Spock joven, Jim representaba algo muy importante, si no, ¿Por qué razón habría viajado tanto, desde Nuevo Vulcano hasta la tierra? ¿Y por qué el joven Comandante se habría lanzado en tal cacería contra Khan por toda la ciudad, cayendo en una ira y falta de razonamiento que jamás habría esperado ver en él? Sin mencionar la sonrisa, ¡porque realmente podía jurar que lo había visto sonreír hacía un rato!

Derrotado, McCoy suspiró, relajando los hombros, vencido. Miró a Spock y luego a Selek y tras otro suspiro, siguió.

—De acuerdo, está bien, no me están jugando una broma, ustedes no harían eso tratándose de Jim. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para ayudarle?

—Por ahora necesita que continúe con los cuidados pertinentes al tratamiento que ha realizado, doctor. —Respondió Selek con serenidad. — Y si bien su mente se encuentra más estable que cuando despertó, no quiere decir que se halle perfectamente del todo, por lo que…

— ¡¿A qué se refiere?! —Inquirió McCoy, alarmado al escuchar aquello sobre la mente de Jim, pues bien podía deberse a una secuela tanto del tardío congelamiento de su cuerpo, mal funcionamiento del crio – tubo o bien del tratamiento en sí.

—Jim experimentó una especie de… desfase, entre su identidad actual y la de su vida pasada. —Contestó Spock, tratando de tranquilizar al médico, pues preveía hacia qué rumbo irían sus suposiciones y era su deber aclarárselo. — Los recuerdos de su vida pasada se alternaban con los de la actual y le provocaban un caos de identidad. Selek se encargó de remediar ese percance.

—Con el "mambo jambo" Vulcano. — Replicó McCoy, provocando que ambos Vulcanos arquearan una ceja, cosa que hizo que el doctor sintiera un extraño escalofrío. —Bien, bien, arreglaron eso. —Dijo, a fin de cuentas un poco más tranquilo. —Entonces, ¿cuál podría ser el siguiente problema?

—Que aún hay un disturbio en su interior. —Respondió esta vez Spock, girándose ligeramente para mirar a Jim, deseando acariciar nuevamente su rostro, pero conteniéndose de hacerlo. —Su mente, pese a haberse complementado, aún guarda cierta inestabilidad; es una confusión profunda que va más allá de la que experimentó inicialmente, pero aún no logro precisar a qué se debe con exactitud.

—Oh, ok, me parece que lo entiendo, sólo hay una cosa que quisiera que me explicaras, ya que estamos en esto, claro. —Agregó McCoy. Spock giró el rostro para mirarlo, prestando totalmente su atención al galeno, dispuesto a responder cualquiera de sus preguntas con total claridad. El médico esbozó una media sonrisa. — ¿Tú como sabes lo que pasa por la cabeza de Jim, señor genio?

El joven Spock dio un ligero y casi imperceptible respingo, el cual sólo habría pasado desapercibido si no tuviera sobre sí la total atención del doctor, el cual, con los brazos cruzados, lo observaba fijamente esperando una respuesta. El Vulcano respiró profundamente, buscando la forma de explicarse, sintiendo por primera vez en su vida… o segunda quizá, que no podría decir nada sin que las mejillas se le enverdecieran; sin embargo, abrió la boca un par de veces, tratando de responderle y quedando solamente en un vago y casi balbuceante intento.

—Si me permite decirlo, doctor, eso no es lo importante ahora, sino prever como cuidaremos de Jim cuando despierte, ya que va a precisar de toda la ayuda que podamos brindarle.

—Lo entiendo. —Repuso McCoy, haciendo que Spock se sintiera en cierto modo, aliviado y agradecido por la intervención de su yo mayor. El médico se giró de nuevo para verlo, haciendo que, con su sola mirada, el Vulcano diera un nuevo respingo. —Sólo una cosa, Spock…

— ¿Sí, doctor?

—Jim es un chico excelente y vale oro; ha sufrido mucho en su vida, más te vale no hacerlo sufrir más, porque si me entero de que llega a llorar por culpa tuya, no me importará en lo absoluto tu increíble fuerza Vulcana, me encargaría de que te arrepintieras de ello por el resto de tus días, ¿está claro?

Spock volvió a dar un breve respingo, totalmente sorprendido… ¿cómo es que el médico había…? Sin embargo respiró profundamente y esbozó una leve y muy breve sonrisa, para luego retomar su aire serio y adusto. Con las manos aun detrás de su espalda, hizo una ligera inclinación.

—Muy claro, doctor McCoy.

—Bien. —Concluyó el galeno; dio un pesado suspiro y tras pasarse la mano por el rostro, continuó. —La recuperación de Jim va muy bien, el único problema que veía era su temperatura, pero ahora que me han aclarado el porqué es tan baja. — Dijo, algo reticente, pues aún le costaba un poco asimilarlo. —Supongo que no existe ningún problema. Sin embargo, es mejor continuar con la observación al respecto por si su cuerpo vuelve a ajustarse a una temperatura normal.

—Me parece bien. —Dijo Selek, aunque si debía guiarse por su experiencia, no contaba con ello.

—En una o dos semanas, si todo va bien, podré firmarle el alta; sin embargo, como ya les mencioné antes, lo mejor sería continuar con una estricta observación, por lo que no considero que sea bueno dejarle solo.

—Entonces lo más adecuado sería que alguien se mudase con él por algún tiempo hasta que se mejore. —Infirió el anciano Vulcano.

—Sí, el problema es que yo no puedo aunque quisiera. Resulta que mi milagroso suero requiere una serie de reportes y estudios ante el Concejo Médico de la Flota, de los cuales me han disculpado hasta ahora por hallarme al frente de la recuperación de Jim, pero una vez firmada el alta, prácticamente el Concejo va a secuestrarme, por lo que tendré poco tiempo libre. Ese tiempo obviamente lo dedicaría a Jim, a supervisar su progreso, pero por desgracia no puedo permanecer con él tanto como quisiera.

—Esa sí que es una contrariedad, ¿no lo cree, señor Spock? —Soltó Selek con "consternación", mirando a su yo joven, luchando por no esbozar la sonrisa que pugnaba por hacerse lugar sobre sus labios. Spock, dio un paso al frente con cierta avidez, que prontamente trató de controlar.

—Si me lo permite, doctor, quizá yo podría hacerme cargo… es decir… yo podría acompañar al Capitán…

—Spock. —Le cortó McCoy de tajo. —No te va a quedar de otra. Al estar yo ocupado y siendo que el embajador Selek deberá volver a su planeta, recaerá en ti la… terrible y pesada tarea de ver por Jim durante todo el día ya que prefiero que cuente con una estrecha y constante vigilancia en los intervalos de mis visitas para sus revisiones a que se quede solo; así que… lamento decirte que estás atrapado. —Añadió, esbozando una sonrisa de lado, pues era más que obvio que en parte lo hacía a propósito.

—Mientras el Capitán no disponga lo contrario me encargaré de todo. —Respondió el joven Vulcano con su seriedad acostumbrada. McCoy por su parte emitió un ligero bufido.

—Bien, ahora tengo otra pregunta que hacer… bueno de hecho varias, pero por ahora esta me parece más importante... Estas anomalías... esos problemas de hielo, ¿acabaron?

—Me temo que no es algo tan simple, tomando en cuenta lo que lo provoca, me temo que continuara así por un tiempo.

— ¿Por cuánto tiempo? —Interrogó esta vez Spock. …l y McCoy miraban al viejo Vulcano con interés.

—Hasta que aprenda a controlarlo.

— ¡¿Controlarlo?! —Soltó el médico un tanto escandalizado. — ¿Eso significa que no desaparecerán?

—No. —Sentenció Selek, serenamente. —Se lo he dicho, doctor, el ADN de Jim ya no es el mismo de antes, no en su totalidad. Sigue siendo humano, pero ha sufrido una modificación acorde a la esencia de su katra y eso significa que ese don lo acompañara por siempre. Por ahora será como un niño que aprende a caminar de nuevo; habrá que ayudarlo, guiarlo y tenerle paciencia. Lo comprendes, ¿no es así? —Dijo esto último al joven Spock. Este miró al anciano y asintió con la cabeza.

—Lo comprendo.

—Genial… esto sí que es una locura. —Murmuraba McCoy, cruzado de brazos y mirando a Jim dormir plácidamente en la cama y reafirmando para sí que no había nadie en el universo entero que supiese meterse en líos como lo hacía James T. Kirk, porque cuando lo hacía, realmente lo hacía en serio.

XxXxXxXX

La mañana llegó finalmente. La luz del sol atravesó la ventana de la habitación y golpeó suavemente sobre el rostro del rubio que aún dormía apaciblemente.

Poco a poco, Jim comenzó a guiñar los ojos una y otra vez hasta abrirlos por completo, pero se sentía tan cansado que lo único que deseaba era continuar durmiendo, por lo que tomó la manta y la jaló para cubrirse el rostro con ella.

Aquello había sido muy raro… la noche había sido muy tranquila, tanto que parecía que no había soñado nada, lo cual era también muy extraño porque Sandman siempre se encargaba de darle dulces sueños y…

¡Sandman! Jim se incorporó de golpe con los ojos muy abiertos. Fue cuando recordó todo; las pesadillas, el malestar, la escarcha en la habitación, su necesidad de hablar con la luna y como había salido del cuarto en busca de una mejor vista para hacerlo; luego recordó a Selek y luego a Spock… ¡Spock!

…l lo había tomado en sus brazos y le había llevado hasta la habitación de vuelta... El simple hecho de recordarlo le hizo sonrojar. A partir de la intervención de Selek, si lo pensaba mejor, todo podía parecer un tranquilo sueño, y a partir de la aparición de Spock todo se había vuelto una apacible noche de tranquilidad.

Sí, eso debía ser; entonces sí había soñado, esa debía ser la explicación a tal retahíla de locuras.

—Buenos días, Capitán.

Jim dio un respingo y miró al frente. Spock, con la preocupación reflejada en sus ojos de ónix, se acercaba a la cama. Al parecer había pasado la noche ahí, sentado en la silla que yacía enfrente de él; su semblante reflejaba cierto cansancio y la marcas de no haber pasado una noche muy cómoda.

¿Que hacía él ahí? Entonces ¿Todo aquello había sido verdad?

Escuchó un ligero ruido, como un leve crujir proveniente de la manta. Cuando bajó la mirada se dio cuenta que, de dónde la sostenía, la tela se había cubierto de una fina capa de hielo que poco a poco se extendía por la frazada. Dio un respingo y todo le quedó claro.

—Entonces, es verdad... —Murmuró, contrariado, mirando como el hielo creaba diversos dibujos sobre toda la superficie, comenzando a cubrir el extremo de la cama y parte de la base y el piso. Spock se acercó, retirando un poco la manta de encima de él.

—No creo que sea conveniente que permanezca con esto encima, Capitán; pediré a la enfermera que nos facilite otra frazada.—Dijo el Vulcano, quitándole la manta de encima.

—No… fue un sueño entonces, ¿verdad? Tenía la esperanza de... De que ese hubiese sido un sueño, pero no lo fue, ¿no es así? Tú… tú y Selek…

Pero Jim no pudo seguir hablando, pues la puerta de la habitación se había abierto de golpe. Al tiempo que se escuchaban los gritos de McCoy, arribaban en el cuarto Scotty, Sulu y Chekov cargados de ramos de flores, globos metálicos y muñecos de peluche. El médico hacía todo lo posible por mantener el control de los visitantes, pero estos, flamantes por las enormes sonrisas en sus rostros y llenos de regalos, simplemente ignoraban las palabras del cascarrabias doctor a cargo. Detrás del grupo, un poco apartada del barullo que estos traían, apareció Uhura, quien prefirió continuar un poco rezagada de los demás.

—¡Jim, que gusto verte bien! —Exclamó Scotty, acercándose a la cama por la derecha, llevando en sus brazos una gran cantidad de ramos de flores diversas; al tiempo que Sulu y Chekov se acomodaban por la izquierda. Jim al verlos esbozó una enorme sonrisa, en parte feliz por verlos bien, pero a la vez también disimulando así lo mejor posible el desconcierto que le dejaba el descubrir que todo lo que había ocurrido la noche anterior había sido real.

— ¡Scotty, Sulu, Chekov! Qué alegría verlos... ¿qué hacen aquí?

— ¿Qué no es obvio? Hemos venido a verte. —Dijo el escocés.

—El doctor McCoy no había permitido las visitas por obvias razones, pero ahora que despertaste, supusimos que no habría problemas en entrar todos a verte. —Agregó Sulu. Chekov se acercó a Jim y depositó en sus brazos el oso de felpa que llevaba en los suyos; un oso de pelo claro que ostentaba una camisa dorada de la Federación. Jim esbozó una enorme sonrisa.

—Gracias… es hermoso.

— ¡De hecho, sigo sin aprobar las visitas, ustedes no deberían estar aquí! —Reclamó airadamente el doctor. Sulu se giró a mirarlo.

— ¡Oh, vamos, doctor! Si ya le concedió el acceso al Comandante. — Dijo, refiriéndose a Spock. —No veo porque habría de prohibírnoslo a nosotros.

—…l no podía negárselo a Spock, nadie puede tenerlos separados. —Replicó Uhura desde su lugar, atrayendo, sin querer, la atención de todos. La joven desvió la mirada al tiempo que se auto abrazaba. Spock a su vez y muy a su pesar desvió también su mirada de la chica, al tiempo que sus mejillas se teñían levemente de verde. Jim, quien pese a sus tribulaciones, prestaba atención a sus amigos, notó aquel extraño comportamiento en los que aún creía, eran una pareja.

—Eh… debo decir que te ves muy bien para haber pasado tanto tiempo dormido, Jim. —Soltó Scotty, tratando de romper la tensión que por un momento pareció apoderarse de todos. — ¿Cuándo te dan el alta?

—Yo… no lo… no lo sé…—Respondió el chico aún algo disperso. —Eso depende de mi médico… ¿Bones?

—Dos semanas… tal vez una si te portas bien. —Dijo el galeno, enfurruñado, con los brazos cruzados y recargado contra la pared, se había dado por vencido en sus intentos de correr a las visitas y observaba todo desde su lugar. Jim esbozó una ligera y casi forzada sonrisa, mirando a Scotty. Ya tenía ahora su respuesta.

— ¡Grandioso! Es bueno saber que te falta menos. La Enterprise sigue en reparaciones, así que por ahora no debes preocuparte de nada. Por desgracia tendremos licencia por varios meses; sé que a lo igual que todos, preferirías volver al espacio, pero no nos quedará de otra que conformarnos con la tierra por ahora. Pero no te preocupes, como es obvio, me hallo al frente de las reparaciones y no permitiré que le pase nada malo a la Enterprise.

Jim, miraba aún sus manos algo distraído cuando escuchó lo último dicho por Scotty. Levantó la mirada, esforzándose de nuevo por sonreír al tiempo que asentía.

—Si, muchas gracias, Scotty.

—Jim, ¿en serio te encuentras bien? —Inquirió Sulu al verlo tan ido. El rubio lo miró, sorprendido, y volvió a asentir ligeramente, volviendo a esbozar una leve sonrisa.

—Sí, perdón, es sólo que… ya saben, es un poco complicado ponerse al corriente después de todo... Ustedes, la tripulación, ¿todos están bien? ¿Nadie resultó herido?

—La gran mayoría está bien. Todos querían entrar con nosotros, pero el doctor McCoy no se los permitió. —Agregó Sulu.

—No iba a dejar que casi cuatrocientas personas intentaran entrar aquí, habría sido una locura. —Replicó el aludido a la defensiva. —Insisto, ya fue mucho que los dejara pasar a ustedes.

—Los demás se quedarron en el lowy, Kapitánn. —Dijo Chekov, alegremente. —Perro nos pidierron que le entrewaramos estos owsequios. —Añadió, girándose un poco para tomar una enorme bolsa que, hasta ese momento, Jim se dio cuenta que Sulu traía consigo. De ahí ambos comenzaron a sacar varios muñecos de felpa de todas las formas y tamaños (algunos incluso con forma de animales alienígenas). Scotty a su vez acomodaba los ramos en los distintos muebles y espacios libres de la habitación, dejando en el regazo de Jim uno de ellos. Portaba una tarjeta que el chico tomó y leyó. Era de una joven de ingeniería y en la tarjeta agradecía a Jim por su sacrificio y salvarle la vida. Tanto los peluches como las flores llevaban tarjetas dónde los miembros de la tripulación del Enterprise agradecían a Jim de la misma manera. El rubio se sintió cohibido, un nudo se formó en su garganta y pudo sentir como algunas lágrimas se agolpaban en sus ojos. Sin embargo, respiró profundamente, levantó la mirada y volvió a sonreírle a todos como lo hacía normalmente en el puente o en la vida diaria.

—Muchas gracias. Por favor, diganle a todos que no debieron molestarse de este modo, y que realmente se los agradezco mucho.

—Clarro, Kapittánn.—Repuso Chekov, aunque notaba que Jim no actuaba como lo hacía normalmente, a pesar de que pareciera que sí.

Sin embargo el rubio siguió con aquella tranquila sonrisa, tornándose, conforme charlaban, cada vez más en aquella expresión pícara y confiada que tan bien le conocían.

La visita se prolongó lo más que les fue posible, pues a pesar de que el deseo de todos era el de quedarse por mucho más tiempo, no hubo poder humano que pudiera convencer a McCoy de permitírselos, por lo que en cuanto terminó la hora de visita estipulada por el hospital tuvieron que abandonar la habitación, no sin antes despedirse de Jim, prometiéndole volver todos los días hasta que le dieran el alta. Scotty y Sulu palmearon afectuosamente los hombros del muchacho al despedirse, no sin antes volver a agradecerle lo que había hecho por todos y reiterarle lo felices que se hallaban de verlo con vida. Chekov, por su parte, al acercarse abrazó a Jim fuertemente, rodeando su cuello con gran afecto y cariño. De más está decir que Jim se sentía muy honrado.

Uhura por su parte solo se despidió de lejos, con una breve y triste sonrisa en los labios y agitando levemente la mano. Salió detrás de los chicos, abandonando la habitación sin siquiera dedicar una última mirada a donde se hallaba Spock.

La puerta se cerró detrás de ellos, dejando solamente al Oficial médico y al Primer Oficial con el Capitán.

—¡Vaya, creí que nunca se irían!—Soltó McCoy con su habitual tono de seudo molestia. —Esos no saben obedecer una orden, o mejor dicho obedecen solo cuando les conviene, ¡y lo peor es que amenazaron con volver mañana!

—No seas cascarrabias, Bones... De verdad me hizo bien verlos.

—Eso dices tú, pero en estos momentos lo que más te conviene es descansar... Y alimentarte. Iré a traer tu cena, pero no te emociones, aún no puedes comer sólidos, así que te traeré una deliciosa papilla, te la acabarás toda y te va a gustar, ¿entendido?

—Definitivamente estás gozando esto, ¿verdad?

—Cuando mi mejor amigo es tan estúpido como para meterse en un reactor radioactivo y matarse de esa forma, complicándome con ello la existencia al revivirlo, creo que me he ganado el derecho de torturarlo como sólo mi posición de médico me lo permite.—Agregó el doctor, yendo hacia la puerta. Al llegar frente a ella se detuvo, girándose para ver a su paciente. — Por cierto, Jim... Gracias.— Agregó, dedicándole una sonrisa, pues él también deseaba expresarle la gratitud que sentía por aquel sacrificio hecho por el Capitán.

—Gracias a ti. —Repuso el rubio, correspondiéndole. McCoy salió de la habitación sin decir más.

Jim, que había seguido con la mirada al médico hasta que abandonó la habitación, se giró ahora para mirar a Spock. Este lo estaba observando en silencio, pero al verse ahora como objeto del escrutinio del rubio, bajó la mirada y desvió un poco el rostro, para luego mirarlo otra vez.

—Debo buscar la manta nueva, le hemos dejado descubierto toda la tarde, me temo que pueda afectarle y...

—Relájate... el frío no me afecta... creo que ya lo sabes.

—Afirmativo. —Replicó el Vulcano con serenidad.

—Bien... ¿Vas a decírmelo? —Inquirió Jim, tranquilamente.

—¿Decirle, qué? —Preguntó Spock con incertidumbre, no estaba muy seguro de lo que el rubio estaba hablando, aunque por un momento pensó que se refería a alguna especie de recriminacion o interrogatorio ahora que sabía de su condición, pero esa idea se esfumó casi de inmediato, pues algo le decía que la duda del Capitán tenía más que ver con algo de índole personal. Jim esbozó una media sonrisa, cansada y nada alegre; cerró los ojos y tras suspirar, los abrió de nuevo.

—¿Qué ha pasado entre Uhura y tú? ¿Pelearon?

Spock dio un ligero y casi imperceptible respingo, aunque de todas formas Jim lo notó. El Vulcano respiró profundamente y sin perder su estoicismo, procuró responder.

—Negativo, la Teniente Uhura y yo no hemos peleado.

—¿Ah, no? Pues ella no parecía muy contenta y de hecho tú no parecías muy cómodo con la forma en la que te miraba. —Agregó el rubio, cruzándose de brazos.

—Su capacidad de observación es fascinante, Capitán; me atrevo a decir que es una buena señal con respecto a su salud.

—¡Oh, vamos, Spock! —Soltó Jim, haciendo un ademán con la mano, como si despachara el asunto, al tiempo que negaba un poco con la cabeza, luego lo miró de nuevo.—No me vengas con eso. Por favor, creo que después de... bueno, de lo que ha pasado, de lo que hiciste ayer por mí y lo que ahora sabes.—Dijo con cierta timidez, recuperando después el aplomo de nuevo. —Creo que existe la suficiente confianza para que lo compartas conmigo, ¿no es así? Además, llámame Jim, no Capitán, ¿de acuerdo?

—Entendido, Capitán...

Jim le miró con cierta severidad.

—... Jim. La Teniente Uhura y yo... bien, hemos terminado nuestra relación. —Terminó de decir con entereza, aunque por dentro se hallaba más que cohibido.

Los ojos de Jim se abrieron con gran sorpresa.

—¡¿Que?! Pero... ¡¿Como, porque...?! — Soltó el rubio sintiéndose aturdido con semejante revelación, pues era algo que no le había pasado por la cabeza... O mejor dicho sí, algo, y no sabría decir con certeza qué, le hacía intuir que entre Spock y Uhura no había sólo un simple pleito, sino algo más definitivo. Una serie de sentimientos encontrados comenzaban a embargar la mente del Capitán, pero procuró mantenerse centrado en aquello que le parecía más importante en ese momento, Spock.

—¿Pero... Por qué...? Es decir... ¿Que pasó? ¡Estaban muy bien antes de... Y ahora...! ¿Que fue realmente lo que sucedió?

—Nada relevante.—Replico el Vulcano con serenidad, o por lo menos esa apariencia daba, pues si bien su decisión con respecto a la relación entre él y Uhura no había cambiado, el porqué llegó a tomar esa decisión seguía dándole vueltas en la cabeza; y no porque no le gustara la idea, es decir, aceptaba y abrazaba con gusto el haber encontrado a su T'hy'la en James , pero extrañamente, sentía miedo... Sí, un ligero temor de que a Jim la idea no fuese a agradarle en lo absoluto.

En su vida había sufrido el rechazo centenares de veces, y con todo ya había aprendido a sobrellevarlo de buena manera, sin darle mucha importancia ni tomárselo tan a pecho, de la forma Vulcana.

Pero sabía que el único rechazo que no soportaría jamas, sería justamente el de Jim.

Jim lo miraba fijamente. Ante sus ojos, Spock se presentaba tan normal como siempre. El estoico y casi insensible Primer Oficial Vulcano que parecía carecer de emociones decía que su rompimiento con Nyota era algo irrelevante.

Pero... Y no sabía porqué, sabía que aquel estoicismo era en este momento, una fachada, una máscara que ocultaba una desazón interna, algo que incomodaba a Spock en lo más profundo. No sabía con exactitud qué era esa molestia, pero suponía que debía ser la ruptura con Nyota, que realmente le dolía aunque no lo admitiera. Y aunque en el fondo a Jim le dolía pensar que Spock estuviera sufriendo por la joven Teniente, le dolía más el simple hecho de saber que sufría, y solo por eso, estaba dispuesto a ayudarle con su problema.

—No te preocupes, Spock. No puede ser tan malo.— Le dijo, con una dulce sonrisa.— Te prometo que hablaré con ella, cualquiera que sea el malentendido, quizá yo la haga entrar en razón y...

—Eso no será necesario.—Respondió Spock, dando un respingo al escuchar la propuesta de Jim, sintiéndose algo nervioso al imaginar que tal cosa pudiera ocurrir. Sabía que Nyota era muy centrada y que jamás diría algo que pudiera afectarle a pesar de lo ocurrido entre ellos, pero si Jim insistía demasiado, cosa por demás segura, podría terminar revelando sin quererlo el verdadero motivo de su separación, y el Vulcano no quería que Jim se enterase, al menos no así. Ya llegaría el momento adecuado de expresarle sus sentimientos, tal y como su otro yo se lo había aconsejado, por mucho miedo que le diera la idea del rechazo, no se quedaría de brazos cruzados ni dejaría pasar la posibilidad de tener a su lado a su alma gemela si la vida ya le había brindado tal oportunidad.

—¡Por supuesto que es necesario! — Replicó el rubio con cierta desazón, incorporándose un poco más desde su posición, recogiendo las piernas para impulsarse más hacia donde se hallaba Spock. Las emociones le estaban embargando; pensar que Spock sufría, que Nyota también estuviera sufriendo, eso mezclado con el enojo que le hacía pasar el Vulcano al ser tan necio y rechazar la ayuda que obviamente necesitaba (dada su nula habilidad para lidiar con las situaciones emotivas, según la idea de Jim), estaban frustrando al Capitán.

Sin mencionar el hecho de que en lo más íntimo sentía regocijo, un malsano gusto al saber a Spock libre, al imaginar que ahora que no estaba con Uhura quizá él podría tener una oportunidad y, al darse cuenta de ello se sentía asqueado, como una vil cucaracha aprovechada que pretendía hacer su felicidad sobre la infelicidad de Nyota y Spock.

Ambos eran sus amigos y quería ayudarlos... pero Spock... Spock estaba libre, tal y como siempre lo deseó; ya no se hallaba con Uhura, era libre y quizá podría haber una oportunidad si él...

¡No, eso era horrible! ¡¿Cómo podía pensarlo siquiera?!

El sólo hecho de haberlo pensado era una canallada, un acto desagradable, digno de...

De alguien como él.

"—Porque recuerda, Jack..." — Sonó una voz en la cabeza de Jim, una voz muy parecida a la de Pitch Black. El rubio dio un respingo de sólo imaginarlo. "Recuerda, él es un príncipe, ¿y qué eres tú? Sólo un chico granjero de lo más bajo, que se maneja de la manera más despreciable y asquerosa, tal y como pretendes ahora..."

—¡No! —Susurró asustado el rubio.

—¿Jim? —Inquirió Spock, preocupado. Había sentido una densa nube oscura posarse en la mente de Jim hacía unos segundos y luego la desazón que aquello le había provocado. El Vulcano dio un paso hacia él

"... Tal y como hiciste en Tarsus IV".

Al escuchar eso, los ojos de Jim se abrieron aún más... ¡¿Porqué demonios recordaba eso ahora?! Y peor aún... ¡¿Porqué carajos escuchaba en su cabeza la voz de Pitch?!

El miedo recorrió su cuerpo, un miedo quizá insensato, pero que le agitó de una forma que no había experimentado desde hacía mucho tiempo atrás... Ni siquiera cuando estaba muriendo se había sentido tan aterrado.

Asustado, quiso aferrarse a algo, sus manos se apoyaron en el borde de la bio-cama.

Y de repente esta se llenó de hielo, cubriéndose a lo largo y a su alrededor, corriendo por la base de la misma y extendiéndose por el piso hasta llegar a las paredes.

—¡Dios mío! —Musitó el rubio temblando, pero obviamente no de frío, sino de temor y confusión.

—¡Jim! —Exclamó Spock acercándose a él solícito. Al ver que temblaba quiso abrazarlo para confortarlo, pero no se atrevió, temiendo lograr el efecto contrario. Se conformó con sólo tomarle ligeramente de los hombros.

Gesto del que Jim se alejó, asustado.
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